- Giovanna Noemí Montes Núñez
Desde pequeña, se me ha enseñado que decir te amo implica un enorme nivel de compromiso, siendo así que era una expresión poco pronunciada por mí o por cualquier persona con la que me relacionara. Era imposible imaginarme dedicando aquella promesa de amor a alguien que no fuera integrante de mi familia. Entonces, ¿cómo podía expresar mi cariño sin usar palabras tan fuertes? ¿Qué alternativas existían y por qué nadie me las enseñó?
Es bastante confuso no solo experimentar nuevas emociones, sino también el nombrarlas e interpretarlas. Un me gustas es ambiguo y carece de significado; luce vacío y no refleja absolutamente nada de lo que sentimos. Parece insuficiente, pese a que un te quiero tampoco representa un cariño genuino, sino que permite ver un encuentro con un paso previo al amor verdadero. Dar un paso hacia atrás implica cierta protección hacia algo que aterra, sin embargo, ¿qué es aquello a lo que tanto tememos?
Ciertamente, maduramos mientras que nuestro lenguaje no lo hace. Permanecemos en la espera de que alguien nos muestre si es correcto o no decir te amo; si es la persona indicada o el momento adecuado. Miles de preocupaciones surgen desde rincones desconocidos, provocando ansiedad por el simple hecho de sentir. El problema radica en la carga que conlleva el género que se expresa. En ambos casos, se requiere de audacia para enfrentar el estigma que genere, ya que no hay vuelta atrás una vez que has arrojado lo que parece ser una bomba de tiempo.
Siendo mujer, es sumamente desgastante reconsiderar si es apropiado decirlo o si es mejor acallar lo que sentimos por miedo a lucir intensas e, incluso, invasivas dentro de la relación. Habita en nuestro interior gran desaliento al temer que la otra persona huya al no saber cómo responder. Miedo a ser rechazadas y desplazadas, recibiendo comentarios hirientes tales como, “te calvas muy rápido”; somos catalogadas como personas que no saben moderar sus emociones. ¿Desde cuándo, intentar controlar nuestras emociones, es signo de madurez? Es posible regularlas, mas no tener el poder absoluto sobre ellas, intentando ser los robots que la sociedad nos impulsa a ser, siendo objetivos y metódicos.
Por otro lado, los hombres con frecuencia perciben que la única forma de estar seguros es ocultando sus emociones. Construyen una muralla, en la que cada ladrillo representa la represión bajo la que viven, incrementando progresivamente hasta estallar y permanecer bajo el derrumbe.
La sociedad los condiciona a creer que el compromiso es un tema al cual se debe huir el mayor tiempo posible. La situación se ha tornado burlesca, relacionando el término con un arrebato de la libertad. Temen que al decir te amo, esto indique que están próximos a la llegada de un anillo, cuando ello no sucede necesariamente.
Las consecuencias atraen pánico, y usar dichas palabras duele al suponer vulnerabilidad hacia lo que la cultura le ha apropiado. Somos socializados a brindar un significado implícito que no solo destruye relaciones, sino que las transforma en una maraña de nervios que se podría resolver con facilidad si el significado del amor igualmente se modificara. Las palabras son frenadas, pero los sentimientos no; éstos perduran y, al igual que el agua, al no fluir, se estanca, se pudre.
Realmente el amor es una experiencia compartida, lo cual deslinda la responsabilidad a solo uno, por sí mismo, de encontrar la palabra correcta para lo que ambos experimentan. Es una búsqueda constante, rondando en un camino que da vueltas y es confuso. En ocasiones, es inmediata la concientización de lo que sucede dentro del corazón; en algunas otras, se siente como un laberinto sin salida. Cada proceso es distinto y totalmente válido. Cada relación afronta las distintas etapas bajo un divergente marchar. No siempre es fácil, sin embargo, vale la pena intentarlo, y no solo por el otro, sino por honrar cómo decides vivir el amor.
Los humanos somos capaces de potencializar la gama de experiencias emocionales, sobre todo, dentro de relaciones amorosas. Somos capaces de amar sin medida, sin fronteras ni sólidos contornos. Parte de nuestra naturaleza es enternecerse ante la belleza del otro, anhelando mantener cercanía y sentir aquel calor en el corazón que indica que hay una trascendencia significativa.
Decir te amo también implica que amas la versión en la que te has convertido.
No temas, porque vivir es urgente y amar es parte de ello.
Bibliografía
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