- Paulina Rincón Cruz
Desde hace unos meses sabemos de Gisèle Pelicot, la mujer francesa de 71 años que fue drogada por su esposo y violada por alrededor de 80 hombres a lo largo de una década. Un caso ciertamente desgarrador, pero también incuestionable para aquellos que siempre buscan justificaciones para la violencia sexual. Cuando una mujer de 71 años es drogada y violada por 80 personas, destruyendo su vida y su cuerpo, nadie parece tener la idea de preguntar si estaba usando la ropa correcta, si provocó a un hombre, si estaba siendo infiel o si hizo algo para “merecerlo”. Incluso si era mujer, si era trans o era hombre, porque se tratan de distintas maneras.
Gisèle vivió lo que innegablemente es un infierno y siguió peleando para hacer que la vergüenza cambie al lado del agresor. Esta mujer decidió hacer el juicio de sus violadores público para demostrar que los agresores son los que deben avergonzarse de sus acciones y no las víctimas. Una premisa que se debe traducir a muchas otras situaciones. Una premisa tan básica, pero que parece no haber permeado en el colectivo.
Porque muchas mujeres conviven con sus agresores día a día después de denunciarlos, porque muchos de ellos viven su vida normal mientras la de las víctimas está arruinada. Porque muchas han perdido la vida a manos de un feminicida mientras la fiscalía pregunta si “se fueron con el novio”. Porque muchas son las malas porque se defendieron después de sufrir violencia. Porque hay hombres víctimas de violencia sexual, en guerras y en la “paz”. Porque hay mujeres que son violadoras también. Hay miles de casos, tantos que se me vienen a la cabeza mientras escribo y tristemente millones más que no conozco. No sólo en México, sino alrededor del mundo. Porque lo que vivió Gisèle Pelicot es tan desgarrador que no quedan preguntas, sólo horror. Porque parece que sólo con un nivel de atrocidad tal es que la vergüenza se cambia de lado y le creen a la víctima.
Con este horror es que Gisèle se acerca a ser incuestionable, porque lo que vivió entra dentro de los estereotipos de la “víctima ideal” (Islam, 2016). Y entonces, ¿qué pasa con aquellas, aquelles y aquellos que no entran dentro de estas categorías? No hay una manera más linda de ponerlo, así que ahí les va: no sólo aquellas personas que entran en el estereotipo de “la víctima ideal” son víctimas. Y ojo, esto puede ser interpretativo, así que voy a expandir mi idea. No sólo aquellas mujeres que han vivido un horror como el que sufrió Gisèle merecen que les crean y que se haga lo que el sistema judicial actual aproxima a la justicia. No sólo las mujeres pueden ser víctimas. Las mujeres que respondieron a sus agresores con violencia también son víctimas. Otro de los casos emblemáticos de violencia sexual y doméstica de los últimos años es el de Amber Heard y Johnny Depp, donde descalificaron a la mujer por responder con violencia, porque no fue la víctima ideal.
Y claro, las cifras no mienten, la violencia sexual es mucho más común de hombres hacia mujeres, los feminicidios casi siempre son en manos de hombres. Eso es innegable, pero eso no significa que no existan hombres víctimas de violencia sexual. Está el ejemplo de los hombres palestinos violados por integrantes del ejército israelí en este momento. También existen casos donde las mujeres son las agresoras, a veces en contra de otras mujeres y otras veces en contra de hombres. La violencia sexual también puede ser un instrumento de guerra, existen casos de mujeres de la guerrilla colombiana que fueron violadas por fuerzas armadas del Estado, pero por ser guerrilleras y no entrar en un estereotipo de víctima ideal, fueron invisibilizadas.
A lo que voy es que la a pesar de que seas o no seas alguien que cumple con un estereotipo de lo que es la “víctima ideal” de violencia sexual, el énfasis debe estar en que quien la comete es quien está mal. Así de simple se lee, pero no parece ser así de simple cuando los medios lo reportan o las fiscalías reciben las denuncias. Estos estereotipos hacen que muchas veces, la narrativa cambie y haga que la vergüenza de la que hablaba Gisèle sea hacia las víctimas. La típica que hemos escuchado todes es la que cuestiona qué traía puesto la víctima, si estaba provocando la agresión.
Existen mil maneras de cuestionar a las víctimas cuando en realidad, la vergüenza y el peso de sus acciones deberían ir al agresor, sea hombre, mujer o no binarie. Sea una “víctima ideal” o no. Porque invalidar a las víctimas sólo favorece al agresor. Porque no importa lo que hagas, la violencia sexual nunca será algo que mereces. Porque la violencia sexual también puede ser usada como mecanismo de guerra y genocidio. Porque la vergüenza debe cambiar de lado.
Bibliografía
Islam, S. (2016). ‘Ideal victims’ of sexualized violence: why is it always female? European Journal of Research in Social Sciences, 4 (8)