Félix Reyes
Ningún presidente de la república se había arropado tantos símbolos y derechos a satisfacer necesidades históricas en cuanto a los pueblos y comunidades indígenas como este gobierno de la Cuarta Transformación (4T), y de eso se ha revestido desde sus primeras horas como administración: desde la desaparición de la Comisión Nacional de Pueblos Indígenas (CDI)[1] a la creación del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), la entrega del bastón de mando por muchas organizaciones indígenas aquel 01 de diciembre de 2018, las constantes pedidas de perdón de Estado a los mayas, a los yaquis, a “todos los indígenas por la ocupación militar española en 1521”, los 25 viajes del mandatario a tierras oaxaqueñas, la exposición de los altares de “día de muertos” en palacio nacional, etc. Todo esto pareciera un gobierno dedicado a satisfacer reivindicaciones históricas de todos aquellos pueblos y comunidades indígenas, así como al afro mexicano, que desde antaño han sido la parte más vulnerable y la más explotada por diversos gobiernos y sectores de la población; sin embargo, aún ahora está muy lejos de configurarse este gobierno como uno comprometido con estas naciones que existían mucho antes de la Colonia, pues en la consideración de los pueblos indios en la conformación del México contemporáneo durante las diferentes facetas de la historia desató un sin fin de discusiones respecto a su trato. Gracias a la diversidad cultural, política, económica y lingüística, así como artística y religiosa que poseen todos aquellos pueblos, a la nación –dicen- se le complicaba definir un solo rostro, una sola lengua, un solo arte o cultura que pudiera definirse como “oficial”.
Fue durante el Porfiriato cuando se sentaron las bases para estudiar el caso y ver qué se podía hacer al respecto. Y se crearon Instituciones específicamente para dicho objetivo. Se creó la Sociedad Indianista Mexicana integrada por científicos mexicanos…bajo la batuta de antropólogos extranjeros (Lewis Morgan, Edward B. Taylor).
Al respecto, se aplicaron extrañas teorías propias de las Ciencias Naturales (observación, sistematización, clasificación de datos, manejo de hipótesis y descubrimiento de leyes generales), importándose postulados y teorías de filósofos y científicos europeos: Augusto Comte, Spencer, Darwin…para el caso del indio mexicano. Las conclusiones a que arribaron fueron tan inesperadas como inquietantes: dentro del mundo de las Ciencias Naturales, específicamente dentro de los parámetros del Evolucionismo, el indio ocupaba el escalón más bajo de todas las especies vivientes, por lo que eran incapaces de elevarse a altos niveles culturales, como en cambio sí podían hacerlo los europeos, ya que ellos representaban al ser más evolucionado de toda la naturaleza.
En el mundo de las Ciencias Sociales, concretamente de la Sociología Positivista, el indio ocupaba el último bloque de tres en que se dividía la sociedad humana. En el primero estaban los industriales y propietarios; el segundo bloque lo ocupaban los obreros y asalariados y en el último estaban los parásitos.
Definido ya el problema, se idearon soluciones:
- a) Plan de Colonización Europea para regenerar a la raza india mediante la educación, donde pudieran aplicarse estrategias y políticas tanto sociales como económicas y culturales.
- b) La Exterminación, puesto que al resultar difícil educarlos –no entendían el español-, sería difícil convencerlos de su error.
Así estaban las cosas cuando en el escenario político “Madero soltó al tigre”…y estalló la Revolución.
Años después, victorioso el movimiento revolucionario y con una nueva Constitución Política los nuevos gobiernos decidieron unificar al país incorporando, ahora sí, a los pueblos indígenas… bajo diseños y prejuicios discriminatorios que se habían elaborado durante la dictadura porfirista.
Sin embargo, para facilitar esa sujeción a sus intereses culturales e ideológicos, los nuevos colonizadores “oficiales” crearon, bajo los contextos propios de la dominación cultural, económica y política, un conocimiento que parecía describir la realidad de muchos pueblos. Estas ideas prontamente crearon nuevos vocabularios, enseñanzas y doctrinas. No pudiendo eliminar o siquiera dominar al indio la nueva estrategia contó con los medios para capturarla, tratarla y alterarla radicalmente. Y en este camino se encuentran las políticas de la 4T, es cierto, hemos visto muchas cosas positivas en los pueblos y comunidades indígenas, como la pavimentación de sus carreteras, sin embargo, eso está lejos de hacer justicia a sus reivindicaciones históricas, ya que sus clamores no son únicamente que el Estado les asista en la satisfacción de sus necesidades más elementales, sino que se le has haga justicia reconociéndolos como sujetos de derecho, que no simplemente se les reconozca su ser, sino su estar, y sus modos de ser y estar, es decir: su relación cósmica con la tierra y el universo, la importancia de sus lugares de culto y sus formas internas de organizarse. Y aquí es donde el Estado tuerce el rabo, pues de tanto que se llena la boca con discursos ignora a la vez el terrible daño que hace a los pueblos y comunidades indígenas al reducirles el presupuesto que antes de la 4T tenían para proyectos y programas:en el 2018, el último año de Peña Nieto, en el presupuesto de la federación se destinaron 6, 088 millones de pesos a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Esta partida fue de 6,000 millos en 2019, primer año del gobierno de Lopez Obrador… pero en el 2020 al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas ya solo se le asignaron 3,818 millones de pesos. Una reducción de 2,182 millones de pesos. (…) el presupuesto de 2021 se le asignan solo 3, 633 millones de pesos. Una reducción de 185 millones de pesos con relación al año anterior.[2] Y no solamente eso, sino que últimamente han aumentado de manera alarmante los casos de asesinatos de dirigentes indígenas y defensores del territorio, nomás en lo que va del año 2021, van 28 asesinatos contra defensores ambientales y líderes indígenas; 18 durante el 2020[3].
“Ya ni Colombia, Brasil o Guatemala, también “líderes” en esta categoría especial de ejecuciones, poseen la tasa de casos que ostenta México. Quererlos camuflar tras las cifras generales de mortandad violenta no funciona. Hay comunidades directamente heridas; para ellas la memoria es resistencia y luchan por lo justo[4].
[1] La CDI era un organismo público descentralizado de la administración pública federal, que tenía por objeto orientar, coordinar, promover, apoyar, fomentar, dar seguimiento y evaluar los programas, proyectos, estrategias y acciones para el desarrollo integral y sustentable de los pueblos y comunidades indígenas. Por su parte, el INPI se autodefine como “ la autoridad del Poder Ejecutivo Federal en los asuntos relacionados con los pueblos indígenas y afromexicano, que tiene como objeto definir, normar, diseñar, establecer, ejecutar, orientar, coordinar, promover, dar seguimiento y evaluar las políticas, programas, proyectos, estrategias y acciones públicas, para garantizar el ejercicio y la implementación de los derechos de los pueblos indígenas y afromexicano, así como su desarrollo integral y sostenible y el fortalecimiento de sus culturas e identidades, de conformidad con lo dispuesto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los instrumentos jurídicos internacionales de los que el país es parte” (Fuente: https://www.gob.mx/inpi/que-hacemos).
[2] Aguilar, Rubén. El gobierno golpea a los pueblos originarios. En: animal político, 23 de noviembre de 2020.
[3] www.publico.es 15 de julio de 2021.
[4] La ojarasca, del Periódico La Jornada. Núm. 265, mayo 2019.