- Jorge Eduardo Mota Casillas
Dentro de 2 días, el 15 de diciembre, concluye el primer periodo de la LXVI Legislatura del Congreso de la Unión, uno que empezó siendo encabezado por Ifigenia Martínez y Gerardo Fernández como los presidentes de las mesas directivas de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, respectivamente.
Hoy, unos meses después, lo único que se ha logrado en las máximas tribunas de ambos recintos legislativos es aprobar las tan ansiadas reformas constitucionales del expresidente López Obrador. Algunas de estas reformas contravienen, inclusive, las mismas que votaron con anterioridad, aunque se enteraron de esto hasta que fueron sometidas a consideración en el pleno (hasta parece que ni siquiera leen lo que reforman). Pero es evidente que sí leen las cosas que votan (o mínimo es lo que me gustaría creer), pero como prueba irrefutable está el Diputado Pedro Haces, que lee las cosas con tanta antelación que hasta deja su voto por adelantado para que, en caso de ausentarse por cualquier motivo, ya esté plasmada su voluntad legislativa.
Y si en la cámara baja del país no hay más novedades que reformas pobremente pensadas, en la cámara alta hay menos. Lo que sí tiene el Senado es suerte, porque afortunadamente ahí, quienes llegaron con PRI, PAN, PRD recapacitan como por arte de magia y se preocupan por la gente con un discurso “muy cercano” a la población, y evidentemente como en la historia de Abu Hurayrah, después de darle agua a un perro sediento, pudo entrar al Yannah. Algo así pasó con las y los senadores que por arte de magia o por gracia divina o por alguna otra razón que no tengo interés en conocer, se pasaron a MORENA y sus carpetas de investigación desaparecieron.
Esto no se puede atribuir únicamente de partidos opositores que cambian en un abrir y cerrar de ojos hacia el oficialismo. También aplica para las personas, como la senadora que todos tenemos como la pareja de Noroña (todo a partir de que le dijo “bellaco”), puesto que ella llegó al Senado con MORENA en el 2018, pero que en 2020 se cambió al PAN en un momento que nadie entendió, creo que ni siquiera ella, pero aparentemente le ha funcionado, pues sigue de senadora, gracias a la reelección que se permitió con la Reforma Político Electoral de 2014.
Pero aquí el problema no está en la supuesta traición de actores políticos hacia el electorado, al contrario, creo que es culpa de la imagen que se tiene de las y los políticos.
En ese sentido, debemos ver los poderes fácticos que operan dentro del Congreso y dentro de los círculos encargados de crear y gestionar las políticas públicas aplicables para nuestro país. En ambas cámaras hay legisladores que se han consolidado como activistas, o al menos se hacen llamar activistas, pero que en realidad no demuestran un interés comunitario. Están las legisladoras feministas, que cuando analizamos sus supuestas bases, encontramos asociaciones civiles que funcionan más que nada como un conjunto de votos, como en su momento fue Paola Félix Díaz junto con su asociación SUMA Mujeres; personas activistas por los derechos LGBTQ+, que aparentemente nunca impulsan su trabajo más allá de una iniciativa o un punto de acuerdo que se desecha o retiran, como pasó en los casos de Salma Luévano Luna, que hoy en día está en la Secretaría de Economía y de María Clemente García Moreno, que después de publicar un video en el que mostraba su oficio presentó una iniciativa para que esta desapareciera en el limbo, es decir, que en el mejor de los casos únicamente queda pendiente; tampoco podemos olvidar a las víctimas del estado militarista que hoy en día lo defienden, como es el caso de Manuel Vázquez Arellano, y por último, pero no menos importantes, los sindicalistas, como Napoleón Gómez Urrutia o Pedro Haces, que generalmente ocupan cargos importantes dentro del congreso, ya sea como vicecoordinadores de grupos parlamentarios o como presidentes de comisión, pero para sorpresa de nadie, las reformas que sacan no tienen por objeto mucho progreso.
No digo que se deba establecer una cuota de trabajo a cada legislador (aunque sería bueno que si trabajaran para tener mínimo una iniciativa por periodo), puesto que eso solo haría que México siguiera con un país con “diarrea legislativa”, de las cuales ninguna tendría un impacto real, pues únicamente sería reformar para adicionar verbos rectores o en el mejor de los casos, cambiar supuestos procesales, pero en ningún momento tendríamos una reforma de alto impacto, las cuales deberían estar bien planeadas.
El punto es que, de los 500 diputados y diputadas y 128 senadoras y senadores que conforman nuestro “Honorable” Congreso de la Unión, el trabajo intelectual de los partidos se reduce a unos cuantos, mientras que los otros sólo están de relleno para votar y hacer ver un congreso lleno, pero no satisfacen los intereses de sus bases electorales. Esto porque el congreso se ve como un espacio donde los partidos políticos pueden poner a sus actores incómodos que no están calificados para embajadas o consulados, o que salen de gubernaturas.
En el Proceso Electoral Federal, 88 senadores y 467 diputados mostraron su voluntad para reelegirse en el encargo que deseaban. Para ambas cámaras, 277 legisladores lograron reelegirse, el 65% pertenece a MORENA, el PT o el PVEM, otros únicamente los cambiaron de cámara, de diputados a senadores o viceversa. Pero una constante persiste, que el trabajo en el congreso sigue siendo de bajo impacto ciudadano y que las reformas importantes, siguen en la congeladora.
Quiero ahondar un poco en las reformas de impacto ciudadano, pues no quiero que la idea se malinterprete. Las reformas a las leyes orgánicas, a pesar de que en sus exposiciones de motivos las pinten como cambios que beneficiarán a la población, puesto que estas son reformas de carácter político. Al contrario, estas tienen una carga sumamente ideológica que atiende a los intereses partidistas.
El punto, y la intención del presente artículo, tan cercano al cierre del primer periodo ordinario, es demostrar una vez más que en México, la política es un teatro financiado por los poderes fácticos, no importan los antecedentes de las personas que llegan a los cargos políticos del país, sino que importa que tanto van a beneficiar a quienes los apoyaron, sean sindicatos, empresas u organizaciones civiles.
Antes era el CTM, hoy el CATEM, pero el punto es que ninguno de esos gremios y colectivos se han visto representados de manera fidedigna ni en los cabildos, ni en los congresos y mucho menos en los cargos de los poderes ejecutivos. Pero se sigue teniendo la idea de que hay políticos buenos o comprometidos, que para sorpresa de nadie, no existe.
Bibliografía
INE, (2023). Buscan 88 senadurías y 467 diputaciones federales elección consecutiva en Proceso Electoral Federal 2023-2024. https://centralelectoral.ine.mx/2023/11/23/buscan-88-senadurias-y-467-diputaciones-federales-eleccion-consecutiva-en-proceso-electoral-federal-2023-2024/
Animal Político, (2024). Sheinbaum va contra la reelección; 277 legisladores se reeligieron, el 65% son de Morena y aliados. https://animalpolitico.com/elecciones-2024/presidencia/sheinbaum-reeleccion-legisladores-congreso-morena