- Dayma Crespo Zaporta
A raíz de la obra de un artista visual cubano con el que tuve la oportunidad de trabajar durante la XIII Bienal de La Habana, comencé una suerte de inmersión en el universo militar, en las dinámicas de poder y roles de género que acaba determinando, o mejor, dictando, en sus procederes diarios. El artista se llama Adonis Flores y en su serie Camuflajes (2003-) hace un análisis retrospectivo, desde la fotografía, de su experiencia como parte del apoyo brindado por Cuba (bajo el nombre de Operación Carlota, 1975-1991) durante la guerra civil de descolonización de Angola, con apenas 18 años de edad, como parte de su Servicio Militar Activo. Es una obra autorreferencial en cuanto a su rol como soldado en la contienda bélica, pero con la cual abre el debate a temas como la homosexualidad1 en el ejército, temática que desde lo micro nos lleva a un razonamiento general del papel del género al interior de escenarios tan ortodoxos y restrictivos como lo militar. ¿Podemos hablar de masculinidades en este caso?
Si seguimos la lógica planteada por Matthew C. Gutmann en su texto “Traficando con hombres: la antropología de la masculinidad”, podemos encontrar varias maneras de acercarnos al fenómeno, en concordancia con la manera en que han sido entendidas las masculinidades en diversos contextos. En efecto, resulta algo inquietante que los estudios de género a menudo sean tratados como estudios sobre mujeres (Gutmann, 1998), cuando el género ha de contemplar numerosos matices, pues incluso al hablar de identidades homosexuales no es lo mismo situarlas en una compañía de danza que en un escuadrón del ejército. Es así que culturas, espacios, tiempos y entornos determinados van configurando el género y, en específico, las masculinidades.
Siguiendo lo explicado por Gutmann, pudiéramos considerar el tema desarrollado en la obra de Flores como masculinidades, en tanto comprende cuerpos biológicamente masculinos, haciendo “cosas de hombres” (pelear, entrenar, lidiar con la muerte, sobrevivir a la batalla, etcétera). Asimismo, el hecho de que “muchos estudios en la antropología de la masculinidad tienen como componente central el informar y analizar algún tipo de relaciones, atracciones y fantasías sexuales entre varones” (Gutmann, 1998, p. 65). El entorno militar es por antonomasia de hombres, masculino, viril, varonil, pues ataña una fortaleza que es comúnmente mayor encontrada en el sexo masculino, aun cuando en la actualidad en ejércitos como el norteamericano podemos hallar un alto número de mujeres. De hecho, en Cuba, contexto del que emerge este artista-soldado, el servicio militar es obligatorio para los hombres y opcional para las mujeres, lo que ya contempla una idea del cuerpo masculino como un espacio de mayor resistencia para los esfuerzos físicos y riesgos que supone la vida militar.
En su libro, Lenguaje, poder e identidad (1997), la filósofa norteamericana Judith Butler, desarrolla la idea de la paranoia homosexual en el ejército de Estados Unidos, basándose en la capacidad de “contagio” del lenguaje. En este sentido, Butler explica la prohibición de la homosexualidad en el ejército norteamericano, pero solo en términos de autodefinición. Si el soldado no se autodeclara homosexual, no puede ser expulsado de la institución militar, pues esta no lo asume como tal sin su propia declaración. Entonces cabe preguntarnos qué determina la exclusión de la homosexualidad del entorno militar. En palabras de Butler, esto se relaciona con el registro del lenguaje perlocucionario, en el cual lo dicho o verbalizado toma forma performativa posteriormente. Decir que se es homosexual implica una consecuencia a nivel de contacto (físico). Reconocerse como homosexual ataña practicar “actos” homosexuales, considerados “conducta” independientemente de su repetición o no en el tiempo, cuestión que lo coloca en una temporalidad infinita. (Butler, 1997)
Encontramos entonces una investigadora mujer que localiza nociones de género masculino en el ejército, algo poco recurrente (en la etnografía) según lo planteado por Gutmann. Butler, en este texto del año 1997, no incluye su estudio dentro de las llamadas masculinidades, pero una vez que cuestiona estas dinámicas al interior del espacio heteronormativo que supone el ejército, creo que las interpela de manera reflexiva. En su análisis entran a dialogar estereotipos, relaciones de poder y la liminalidad que bordea a los soldados durante ritos de pasos (mayormente masculinos) como pudiera ser el servicio militar de Adonis Flores en Angola.
El artista nos presenta su cuerpo ataviado con el camuflaje militar que usó en la guerra, pero esta vez incluye margaritas. Asimismo, una de sus fotografías más famosas (Descansen!) nos presenta a un soldado de espaldas con las uñas pintadas de un rojo intenso y sumamente carcomidas. Su operación artística toma elementos considerados “femeninos” (en relación o comparación con las mujeres, como plantea Gutmann) y los pone en diálogo o tensión con lo masculino del universo militar. En esta serie siempre utiliza su cuerpo, su rostro, su individualidad, con la intención de hablarnos, desde lo autobiográfico, de una experiencia colectiva.
El servicio militar es prácticamente un ritual de iniciación, donde una serie de pruebas determina la valía de ese futuro soldado. El militar es por definición (estereotipada) un ser rudo, estratégico, viril, hombre, fuerte y muchas etiquetas más que lo declaran portador de una masculinidad legítima (“genes masculinos” como justificante de herencias constitutivas del ser). Una vez que esa definición consensuada se pone en crisis, ya sea por el lenguaje perlocucionario o por el arte, ocurre un debate que visibiliza la diversidad de masculinidades a tomar en cuenta en nuestras investigaciones.
1. El criterio de Butler respecto a lo expresado por Gutmann (p. 65) acaba coincidiendo, en el rechazo al término “homosexualidad” por su reduccionismo e imprecisión teórica. Las prácticas sexuales desbordan el espectro de la homosexualidad, por eso este término cada vez se vuelve más incapaz de asir la gran complejidad de género que nos asiste en la actualidad
Bibliografía
1. Butler, J. (1997). Lenguaje, poder e identidad. Editorial Síntesis.
2. Gutmann, M. C. (1998) Traficando con hombres: la antropología de la masculinidad. Revista de Estudios de Género. La ventana, 8, 47-99. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=88411133004