- Isabel Cortina
El pasado 03 de octubre del 2021, se llevó a cabo una manifestación en la CDMX en contra de la despenalización del aborto; en ella se practicó un ultrasonido a una adolescente embarazada, ante la presencia de cientos de personas, como parte del acto de clausura del evento.
La instrumentalización de menores de edad como estandarte de un movimiento en contra de los derechos reproductivos de mujeres y personas gestantes se volvió uno de los temas más hablados en redes sociales; la CNDH incluso llegó a pronunciarse en contra de que la identidad, imagen, cuerpo y estado de salud de la menor fueran exhibidos públicamente, ya que eso infringe la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Este fenómeno sólo evidenció que, cuando reclamamos nuestra libertad sexual y comenzamos a construir espacios y comunidades donde podemos expresarnos en una forma sex-positive, inmediatamente chocamos contra la cruda verdad de que vivimos en una sociedad que sostiene estándares moralistas y restrictivos acerca de la sexualidad, la autonomía y el consentimiento. Y no sólo eso, sino que muchas personas – más de 10 mil para ser exactas – parecen estar de acuerdo con hacer todo lo posible para evitar que seamos seres sexuales, debido a que generalmente el discurso antiderechos que manejan estos grupos no sólo está en contra del aborto, sino también de la educación sexual infantil y del sexo antes del matrimonio, incluso si eso significa transgredir el cuerpo de una menor de edad y exhibir al feto, el cual además reclaman que ya tiene conciencia y sentimientos.
Hablar de libertad y autonomía es abordar un tema bastante complejo; desde hace muchísimo tiempo, preguntas como: ¿la sociedad nos determina o podemos tomar decisiones propias? se hacen en campos como la filosofía, e incluso es uno de los ejes rectores de la sociología. De esta pregunta base, se derivan cuestionamientos como ¿qué tanto de lo que queremos hacer no está moldeado por lo que la sociedad nos pinta como deseable, lo vuelve accesible, e imprime la relación que deberíamos tener con el deseo? Pero bajo esa idea, nadie sería libre y el libre albedrío sería sólo una fantasía.
Actualmente, en los feminismos – recordemos que no hay solamente uno – la tensión de esta pregunta gira alrededor de la sexualidad, en específico la adolescente, y se extiende al trabajo sexual y las prácticas BDSM, que también pueden ser voluntarias y gozosas. Como mujeres, ¿qué tanta autonomía tenemos en decidir sobre nuestros deseos sexuales y nuestras prácticas? ¿Qué tanto estos deseos están influenciados por el patriarcado, por la idea de que la sexualidad femenina es la moneda de cambio de las mujeres y de que ésta deba ser solamente para satisfacer los deseos del hombre?
Cuestionarnos acerca del grado de libertad que tenemos para vivirnos de ciertas maneras es válido e interesante, pero muchas veces estos cuestionamientos iluminan aquellas prácticas que suelen quedar rezagadas por la oscuridad del desprecio y del tabú de la sociedad: trabajo sexual, BDSM, sexualidad adolescente. Al contrario de las conductas sexuales que caen dentro del rango de normalidad para una cultura dada o subcultura – en ocasiones llamado sexo vainilla – , y se refiere generalmente a las conductas sexuales que no incluyen elementos de BDSM, parafilias, o fetichismos, sexo monogámico, etc., cuando podríamos argumentar que estas formas de sexualidad más comunes -y sobre todo aquellas que también promueven los sectores conservadores- tienen todavía menor libertad sexual debido a la falta de cuestionamiento de estas prácticas. Es decir, como no existe un análisis tan profundo sobre dichas prácticas y no son miradas bajo los mismos lentes y parámetros, entonces el nivel de conciencia que se tiene y por lo tanto el poder de decisión, rozarían peligrosamente la línea del consentimiento y autonomía que la persona puede dar y tener bajo la premisa en la que se evalúan las prácticas que generalmente son sentenciadas.
Toda nuestra libertad sexual, más como mujeres y disidencias sexuales y de género, depende de dos muy importantes condiciones: ser libres de sexismo y ser libres de violación. Estos cambios y libertades deben tomar lugar tanto individualmente como a nivel comunitario, es decir, para poder ejercer nuestra sexualidad de la manera más libre, debemos estar en un ambiente en donde no haya amenaza de sexismo, ni de violación. Este escenario puede parecer casi imposible de llevar a cabo en una sociedad en la que históricamente las leyes que regulan la sexualidad han incorporado y reforzado una perspectiva que supone que las mujeres necesitan protección, y que la sexualidad masculina es agresiva y debe ser restringida por la ley.
Durante la polémica del ultrasonido de la menor de edad, predominaron tres tipos de argumentos en la conocida parte “progresista” de Twitter: a) la adolescente fue obligada y coaccionada para participar en la marcha, b) la adolescente fue víctima de abuso sexual y por eso está embarazada, 3) la adolescente es ignorante y por eso no usó protección para no quedar embarazada. Todas estas opiniones niegan una de las cosas más importantes que no debemos ignorar cuando hablamos de sexualidad, y esto es la autonomía de la persona y su consentimiento.
No se habló sobre si la menor de edad tuvo relaciones consensuadas, quedó embarazada, decidió llevar a cabo el embarazo y consintió que hicieran y expusieran su ultrasonido, sino de todas las razones por las que absolutamente esto no pasó. Esto parece ser visto desde una mirada adultocentrista negando – y reforzando la idea generalmente conservadora – de que la población adolescente no tiene una vida sexual activa y que cuando esta existe es producto de violencia sexual, manipulación o irresponsabilidad.
Así como una de las consignas por la lucha de la despenalización de la interrupción del embarazo es “no es aborto sí o no, sino aborto legal o aborto clandestino”, cuando se habla sobre sexualidad adolescente no se trata sobre si pasa o no, sino sobre cómo queremos que suceda: estigmatizada y secreta, o libre, consciente reconocida e informada.
Lxs adolescentes sin duda pueden estar más expuestxs a ser manipuladxs y coercionadoxs para mantener relaciones sexuales, más si están presentes dinámicas de relaciones de poder, como que la pareja sea mayor. Pero uno de los factores de riesgo más importantes que existen para que exista violencia sexual, es la falta de una educación que reconozca la autonomía sexual de lxs adolescentes, cubra temas como qué es abuso y violencia sexual, negociación de anticonceptivos, placer y alternativas de procesos con respecto al embarazo.
No podemos saber con certeza si la menor de edad que fue expuesta en este evento lo hizo informada, consciente y voluntariamente, así como tampoco podemos saber cuáles fueron las circunstancias del embarazo. Lo que sí podemos hacer es no replicar un discurso que no reconoce la autonomía de lxs adolescentes para tener una vida sexual y tomar sus propias decisiones de manera informada.
Es importantísimo, que en un país como México, con altos índices de violencia sexual, embarazo adolescente y abuso sexual infantil, abramos el diálogo sobre temas tan importantes como abuso sexual, coerción, manipulación, los derechos reproductivos de las mujeres y personas gestantes, educación sexual integral, etcétera. Sin embargo, debemos hacerlo sin seguir estigamtizando la sexualidad ni replicando discursos como que lxs adolescentes siempre van a ser víctimas de violencia sexual, como si en la adolescencia no pudieras gozar de una libre y consensuada sexualidad.
Sin duda alguna, a veces con el paso del tiempo, podemos mirar al pasado con unos lentes más maduros e informados y darnos cuenta de que quizá esa experiencia que nombramos como “rara” que tuvimos durante la adolescencia, fue en realidad algún tipo de violencia sexual. Sin embargo, parte de este cuestionamiento debe ser un “¿sufrí esta violencia por ser adolescente y haber empezado mi vida sexual durante esta etapa?” o “¿sufrí esta violencia por no haber tenido las herramientas necesarias para saber qué es lo que en realidad estaba viviendo, gracias a que en mi ambiente social no hubo educación sexual o información sobre cómo vivir esta sexualidad libre, autónoma, consensuada, placenteramente y sin violencia sexual?”
Bibliografía
1. Easton, D., & Hardy, J. W. (2017). The ethical slut: A practical guide to polyamory, open relationships and other freedoms in Sex and love. Ten Speed Press.
2. Poiré, J. S [@sof_j]. (06 octubre 2021). Hablar de libertad y autonomía es súper complejo [Tweet]. Twitter. https://twitter.com/sof_j/status/1445625306270736397?t=DYD1maPDJ-22zpsZt96tEg&s=19
3. El Universal. (2021). Provida: Preocupa a CNDH ultrasonido a menor en marcha antiaborto. [online] Disponible en: <https://www.eluniversal.com.mx/nacion/provida-preocupa-cndh-ultrasonido-menor-en-marcha-antiaborto> [Accedido el día 11 November 2021].