- Jorge Eduardo Mota Casillas
“Yo tengo Patria antes que partido”– José Miguel Pascual Negrete Novoa
En años recientes hemos visto a la alza que el discurso de aspirantes a cargos de elección popular ha funcionado a partir de adoptar una narrativa que simpatiza con la ciudadanía. Algunos adoptan el discurso de que odian tanto a la clase política y a los partidos, que se “tuvieron que” involucrar en el mismo ámbito para cambiar al país, mientras que otros optan por discursos extremistas. La realidad es que, en un mundo en el que el discurso radicaliza a la ciudadanía, suponer que un sistema bipartidista o bi-discursivo es suficiente para el consumo mediático resulta en una mentira.
Desde coaliciones políticas de diversas ideologías hasta candidaturas independientes, aquellos que aspiran a cargos públicos adoptan una narrativa llevada al extremo. Si son mexicanos, son tan mexicanos que se creen los padres de la patria o de su comunidad; si son políticos, son más políticos que los fundadores de las sociedades civiles constituidas como partidos, o –en todo caso– representan la nueva cara de la política partidista.
Lamentablemente, el criterio para elegir a nuestros representantes se ha convertido en “escoger al menos peor”. Por esta razón, hemos visto un incremento en gran escala de los juicios en los tribunales electorales basados en denuncias por difamación, en los términos que regula la materia electoral. Es por esto que cada año vemos más publicaciones en redes sociales de personas en el servicio público, en las que presumen el dictado de sentencias que les resulta favorable a sus intereses. Mi objetivo en este artículo no es analizar sentencias en materia electoral, sino reflexionar sobre la idea de “políticos ciudadanos” o “políticos con apoyo ciudadano”.
Sobre el “apoyo” ciudadano
La tendencia se ha visto más marcada en Europa, pero en México, el panorama político se dirige hacia allá cada día que se acercan las elecciones. La radicalización en campaña en los comicios de diversos países europeos, donde se buscan similitudes con la ciudadanía, de manera que las personas postulantes puedan funcionar –o aparenten esa función– como un catalizador de posturas extremistas, dependiendo de la ideología en la que se milita. En este sentido, se pueden destacar las posturas antimigratorias, sobre el aumento de la tasa de impuestos a personas millonarias u otros sectores específicos de la población que ocupan las clases socioeconómicas más altas, por poner unos ejemplos. Lo característico es que el discurso ataca de manera directa los principios de la ideología contraria, es decir, la derecha ataca a la izquierda, y la izquierda ataca a la derecha.
Lo anterior ha trascendido de las propuestas basadas en el diálogo. Lo cierto es que ya se permiten discursos de odio como parte de discursos políticos, los cuales sorprendentemente, y por razones que desconozco, han beneficiado a las y los candidatos, potenciando la división de la sociedad. Esa división, precisamente, sucedió en Francia con Marine Le Pen y en Italia con Giorgia Meloni. Tal como pasó en los comicios europeos, es una realidad actual en la vida política europea. Ahí, Stefan Jagsch, un político alemán que ocupaba el puesto de subdirector estatal del Partido Nacional Demócrata Alemán (Nationaldemokratische Partei Deutschlands), de ultraderecha, ganó la alcaldía de Altenstadt, Alemania en 2019 con apoyo de discursos de este tipo, aunque meses después fue removido por el cabildo en una votación.
En Latinoamérica se ha visto de manera creciente pero moderada la misma práctica radical. Brasil tuvo elecciones presidenciales que llegaron a la segunda vuelta, un periodo menor a un mes en el que los candidatos subieron la intensidad de sus posturas para sostener discursos más radicales a lo largo de su campaña. Esto se vio especialmente con el candidato a la presidencia Jair Bolsonaro y el momento de “insurrección” brasileña en que se tomó la capital. Lo mismo sucedió en Estados Unidos: en 2016, días después de la victoria de Donald Trump en el Colegio Electoral, se vio un resurgimiento de los Proud Boys y del Kukluxklan, grupos de extrema derecha que han sido definidos como separatistas y que promueven distintos discursos de odio, con actos vandálicos que derivaron en el asalto al capitolio en 2020.
En México, los spots propagandísticos tienen esa finalidad: convencer al electorado de que la clase política entiende los problemas de la ciudadanía y que, su preocupación por ésta les incentiva a buscar su solución. La eterna promesa. La propaganda nos ha servido como el medio idóneo para convencernos de que si hay un problema a nivel nacional, continental o mundial, no es culpa de las personas con poder tanto político como económico –grandes empresas–, sino de las personas, tanto votantes como consumidores. Nos han vendido y hemos comprado la idea de que las personas en cargos políticos son un fiel reflejo de lo que nuestra sociedad representa. Esta convicción nos ha llevado a aceptar un discurso tan mediocre de los partidos de oposición que se limitan a afirmar que son ciudadanos, que se asimilan a las personas votantes y que, por eso, “entienden los problemas que enfrenta la sociedad”.
En este sentido, partidos como el actual Movimiento Ciudadano en México, o el Partido de la Red en Argentina proponen buenas alternativas para el desenvolvimiento político. Sin embargo, siguen quedando cortas las propuestas al ser un partido minoritario, como en el caso de México. Estas medidas son simplemente eso: propuestas. Ahora, cuando se trata de actores políticos, como candidatos independientes, se nota un cinismo, pues la narrativa cambia completamente.
Sobre los “políticos ciudadanos”
En los Estados Unidos de América, tomó protesta a inicios de este año Jeff Jackson, un veterano de guerra, padre y esposo, que al regresar de su gira con el ejército en Afganistán fue a la universidad para estudiar derecho. Empezó a trabajar en Gaston, Carolina del Norte, y vio de primera mano muchas deficiencias en los recursos que se destinaban a la salud mental, la educación y la justicia penal. A todas luces, Jeff Jackson es un ciudadano ejemplar, preocupado por la población a la que representa y, antes que nada, una persona con calidad humana y comprometida. Pero omitió en su narrativa su semblanza curricular: fue senador en la cámara alta de Carolina del Norte de 2014 a 2022, se enlistó en 2002 al ejército y el hoy congresista norteamericano se proyecta como un ciudadano preocupado por su país. La historia de su vida no lo descalifica a él ni a su labor, pero sí lo hace un estratega que ha manejado una exitosa campaña para posicionarse en un cargo público de mayor prestigio e impacto con el paso de los años.
No es que las y los políticos ciudadanos sean personas desinteresadas en el poder que los cargos públicos traen consigo y que no se preocupen por mejorar a la sociedad, pero demuestra que son políticos de carrera y con trayectoria que buscan seguir teniendo crecimiento en ese ámbito.
En México no debemos analizar a fondo. Basta con ver las publicaciones en redes sociales para saber que es una situación que tenemos presente en la política del país. Tomemos como ejemplo el caso de Gustavo de Hoyos, quien fue presidente de la COPARMEX, cuando anunció a mediados de marzo su intención de ser candidato a la presidencia de la República con un tono y un mensaje completamente “ciudadano”:
“Los Mexicanos estamos hasta la madre de los políticos. Sexenio tras sexenio han demostrado que son unos incompetentes, y que tienen otras prioridades antes que tú y yo. ¿Qué pasaría si uno de nosotros se levanta para tomar las riendas de este país? Alguien que sienta lo mismo que nosotros. A mí me preocupa mi familia, mi trabajo y mi país, tengo la misma sangre que tú, alguien que no está podrido del poder. Soy Gustavo de Hoyos, orgullosamente norteño y fronterizo, no vivo de la política. Y así como en mis negocios y en mi vida privada, me gusta ser claro y directo. ¡Yo estoy listo y me apunto! Yo quiero encabezar ese esfuerzo”.
Independientemente de las propuestas que pueden parecernos ridículas y que podemos identificar cómo discurso vacío –como su anuncio de querer ser candidato–, Gustavo de Hoyos no puede estar más desconectado de la realidad de la ciudadanía mexicana. La mayoría –reconozcamos– se enfrenta día a día con problemas de desigualdad y violencia, situación que simplemente no es la de de Hoyos. Para entender la realidad de la mayoría de los ciudadanos, no basta con tener la misma sangre y no estar podrido por el poder: Hacen falta propuestas reales y políticas públicas de inclusión y mejora.
Y es que ignorar las voluntades políticas al momento de contender por un cargo público no es algo que se deba tratar como un comentario más, al contrario, las voluntades políticas son determinantes para acceder a los cargos públicos. Ya decía María de las Heras: “Las ocurrencias son el peor enemigo de las estrategias”.
Entonces, ¿qué es lo que las personas odian de la política? ¿A los partidos, a los políticos o los discursos? La respuesta depende de cada persona, pero, desde mi punto de vista, si hay algo que todas las personas repudiamos, es la falsedad. Esta falsedad puede referirse desde una falsa empatía hasta falsas narrativas que las, los y les actores políticos utilizan en periodo de campaña, deseando que la ciudadanía no tenga memoria y actuando como si no tuviéramos memoria.
Concluyo este artículo con la siguiente afirmación: no hay “políticos ciudadanos”. Hay ciudadanos con aspiraciones políticas o políticos no electos. Esos términos no son excluyentes. Es posible que ellos sí vayan a hacer un cambio en nuestra política y, por tanto, nuestra elección no puede basarse en creer promesas y discursos vacíos. Lo cierto es que hemos visto ya que eso es lo que son: no han habido cambios reales que beneficien realmente a la sociedad ni políticas públicas que se pongan en práctica eficiente. Para tomar una decisión informada, debemos estar al pendiente de sus propuestas reales con planes de trabajo y con el trabajo que hacen día con día. Debemos observar su actividad y acciones, ser críticos de sus discursos y no caer en el separatismo por el que ellos apuestan. Debemos recordar que las intenciones son únicamente eso.
Bibliografía
1. https://www.las2orillas.co/decalogo-para-detectar-tiempo-mal-alcalde/
2. Congresista demócrata