- Maria Gómez Zamora
La economía estudia los fenómenos sociales relacionados con la escasez. Una problemática que parecería responder exclusivamente a dicha carencia es el hambre. En América Latina y el Caribe, 60 millones de personas viven hambre (Hunger Project México, 2021), sin embargo, en la misma región se desperdician 220 millones de toneladas de alimentos (Alonso, 2020). El hambre y la falta de seguridad alimentaria son en lugar de un fenómeno de escasez, uno de distribución desigual.
En las últimas décadas, la producción, y a su vez, desecho de alimentos han crecido de forma inédita, la globalización ha permitido disponer de mayor cantidad de alimentos y a su vez no ha conseguido llegar a las bocas de todas las personas que la necesitan.
En el mundo, 1 de cada 10 personas viven pobreza alimentaria (Hunger Project México, 2021), este tipo de pobreza se caracteriza por la cantidad, calidad y certidumbre de la alimentación. En México se considera que los hogares no tienen garantizadas todas sus comidas y no cuentan con seguridad alimentaria cuando alguna persona se ve obligada a reducir su comida o deja de comer todo el día.
Los efectos de la pobreza alimentaria inciden en mayor medida en poblaciones ya sistemáticamente vulneradas como: lxs adultos mayores y las infancias. Entre el 2001 y el 2010 fallecieron 85,000 personas debido a la desnutrición, de las cuales el más del 70% eran adultos mayores (más de 70 años), el segundo grupo poblacional afectado fueron los menores de un año que representaron 5,777 de los casos (Fuentes, 2012). Otro de los efectos de la pobreza alimentaria es sobre la salud mental, que hace más propensas a las personas en esta situación a padecer ansiedad o depresión (Mundo-Rosas, 2013).
En el caso mexicano, la desigualdad permea diferentes esferas, la distribución geográfica del país y la pobreza alimentaria no es una excepción, tiende a aglomerarse, por lo que políticas públicas podrían focalizarse geográficamente para atender esta problemática. Algunos grupos que manifiestan en mayor proporción pobreza alimentaria son población indígena, rural o que habita en estados o municipios con mayor índice de pobreza y marginación (Mundo-Rosas, 2013).
En este momento, el consumo de alimentos se caracteriza por productos que viajan largas distancias para poder ser consumidos, donde un 17% (en el 2019), que equivale a 931 millones de toneladas de alimentos a nivel mundial, llegan a los botes de basura sin haber sido alimento para nadie (ONU, 2021).
La cadena de producción y transporte de alimentos es ineficiente, principalmente debido a la relación precios-ingreso y no como se podría atribuir la disponibilidad de los productos (González, 2015). Aunque algunos análisis señalan que la principal falla en este proceso sucede en el momento del consumo, adjudicando la responsabilidad al consumidor, es imprescindible reconocer que el sistema de producción actual responde a la generación y maximización de ganancias, por lo que las acciones de las empresas y consumidores pueden convertirse en un obstáculo para alcanzar el mayor bienestar social.
Cuestionar de dónde proviene esta crisis alimentaria es cuestionar también cuales son los objetivos de los productores de los alimentos, preguntarnos: ¿quiénes cosechan nuestras verduras y si ellxs tienen garantizado tenerlas en su mesa?, ¿quiénes transportan las verduras y cómo lo hacen?, ¿de dónde viene la manzana de nuestro desayuno y qué tan larga y contaminante fue su ruta hasta llegar a nuestra mesa? Preguntarnos sobre los procesos productivos puede generar cambios de la conducta individuales, que en cierta medida pueden impactar en los desperdicios y en dónde terminan los alimentos, sin embargo, no es suficiente. También es necesario preguntarnos sobre qué empresas producen alimentos y cómo lo hacen. Existen propuestas de políticas públicas como la reducción de los precios por debajo del costo cuando se acerca el final de la vida útil de los alimentos, y al no ser todavía una realidad, se coloca sobre la mesa la verdadera pregunta: ¿para quiénes se producen y transportan los alimentos y con qué objetivo? Sin cuestionar las cadenas productivas será imposible construir un mundo en el cual los adultos mayores o las infancias no mueran por desnutrición.
¿Qué sucede si el objetivo de las empresas es maximizar ganancias en lugar de alimentar? Por eso, te invito hoy a ser cuidadosx con tus consumos y los procesos productivos que sostienen, que estés atentx a los propósitos que cumplen los alimentos en tu casa, y más importante, que te preguntes: ¿qué estructuras cuestionar y replantear para poder construir un mundo con cero hambre?
Bibliografía
1. Alonso. (2020). América Latina y El Caribe pierden 220 millones de toneladas de alimentos al año. Obtenido de DW: https://www.dw.com/es/américa-latina-y-el-caribe-pierden-220-millones-de-toneladas-de-alimentos-al-año/a-55111025
2. Fuentes, M. (2012). Hambre y Pobreza. Obtenido de México Social: https://www.mexicosocial.org/hambre-y-pobreza/
3. González, L. (2015). El insostenible desperdicio de alimentos . Revista CESCO de Derecho de Consumo.
México, H. P. (2021). Datos de Hambre y Pobreza. Obtenido de The Hunger Project México: https://thp.org.mx/mas-informacion/datos-de-hambre-y-pobreza/
4. Mundo- Rosas, e. a. (2013). Epidemiología de la inseguridad alimentaria en México. Salud Pública de México.
5. ONU. (2021). ONU: se desperdicia 17% de todos los alimentos disponibles a nivel del consumidor. Obtenido de ONU: https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/onu-se-desperdicia-17-de-todos-los-alimentos-disponibles