- Autora: Mariana Paz Álvarez
- Editor de contenido: Antonio Martínez Quintanilla
- Editor de estilo: Ricardo Díaz

Existen numerosos ejemplos históricos y contemporáneos de las conexiones y superposiciones entre las corrientes esotéricas y las ideas políticas de diversos actores en el mundo. No es privativo del esoterismo pertenecer a una sola corriente política, inmersa en la dicotomía de izquierda-derecha, sino que se ha visto latente en diversas alas y niveles de ambos polos. Se sabe que en el Templo de Apolo en Delfos acudían ante las pitonisas todo tipo de actores inmersos en la actividad política para conocer qué les deparaba el destino, supuestamente inscrito y predeterminado dentro de los templos. Se abría la posibilidad de preguntar sobre el pasado, el presente y el futuro y con ello, poder modificar el curso de las acciones y probablemente obtener algún beneficio particular y específicamente político. La búsqueda por respuestas y acciones concretas a través de las prácticas esotéricas ha estado así presente en diversos actores políticos alrededor del mundo. Autores como José Gil (2008) afirman que la búsqueda por el poder es la razón principal de muchos de estos sujetos para recurrir a prácticas que se encuentran dentro del gran espectro del esoterismo.
El esoterismo puede considerarse como un conjunto de conocimientos ocultos y complejos ante la diversidad de prácticas y expresiones que se encuentran dentro de él. El esoterismo es, entonces, la doctrina de lo oculto (Schwaller de Lubicz, 1985). Refiere al lado interno del ser humano tanto en su individualidad como en su socialización, basado en una serie de enseñanzas, tradiciones y ritos específicos que están íntimamente relacionados con lo oculto y el misterio tanto del ser humano como del mundo. A través del tiempo, las prácticas esotéricas han sido vistas y reconocidas desde un alto escepticismo como subjetivas y carentes de fundamentos. Muchos autores parten de la premisa fundamental de que muchas de ellas no parten de bases y métodos científicos tradicionales, dando lugar así a una visión despectiva de cualquiera de ellas, más cuando se entrelazan con prácticas políticas.
Algunos de los ejemplos más emblemáticos del noviazgo oculto entre el esoterismo y la política remontan a muchos siglos atrás de la historia humana. En el siglo XVI, el Rey Felipe II se vio fascinado por todas aquellas artes ocultas que la Inquisición calificaba como herejes y alejadas de las costumbres establecidas, erigiendo así un lugar supuestamente telúrico para que un grupo de alquimistas trabajaran en nuevas invenciones, pero también desarrollaran prácticas esotéricas que le permitieran conocer su futuro y saber qué pasos tenía que dar para conseguir el éxito en su mandato.
El caso de la familia Romanov (siglo XX) y Rasputín, monje ruso y curandero, es probablemente uno de los más conocidos y estudiados en el mundo. A la vista de sus éxitos de sanación, la zarina Alejandra quiso tener al monje cerca y Rasputín se mudó a la corte de los zares, en la que desplegó sus dotes de control emocional y mesmerismo sobre casi todos los miembros de la familia, influenciando así en las decisiones más relevantes de los zares e interfiriendo en los asuntos del Estado, en un momento en el que se aproximaba la gran caída del imperio (Bravo, 2019). Otro de los casos contemporáneos más relevante recae en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Winston Churchill conoció a Aleister Crowley, uno de los magos ingleses más importantes del siglo XX. A pesar de que muchos historiadores niegan que Churchill se haya dejado influenciar por Crowley, otros reconocen que la influencia política, aunque mínima, estuvo presente en diversas fotografías y acciones emprendidas por Winston Churchill para derrotar a los alemanes.
Ronald Reagan y Joan Quigley; Fançoise Duvalier y el vudú; Isabel II y sor Patrocinio; Nicolás Maduro y la santería; Hitler y Hanussen, son algunos de los ejemplos presentes en nuestra historia, que no nada más ejemplifican la relación existente entre prácticas esotéricas y prácticas políticas, sino en la necesidad de muchas personalidades políticas por encontrar respuestas y poder dentro de lo oculto, lo inexplicable y lo difícil de comprender.
La política mexicana no se encuentra exenta de la práctica y uso del esoterismo como fuente de poder. México desborda misticismo y la magia ocupa mucho de los rincones que a veces pasan de manera discreta, como lo es la misma silla presidencial. Algunos autores han hecho énfasis en las sesiones espiritistas llevadas a cabo por Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles y otros líderes políticos del país, pero no fue hasta la publicación de Los brujos del poder: El ocultismo en la política mexicana de José Gil Olmos en 2008, que se hicieron visibles las prácticas de brujos, astrólogos y chamanes que se codean con la política mexicana contemporánea. Incontables políticos mexicanos han recurrido a hechiceros, brujos y otras figuras similares, en busca de protección o de apoyo para sus causas y, ocasionalmente, por simple curiosidad.
Bibliografía
1. Bravo, E. (2019). Magos, brujas, santeros y cuentistas que influyeron sobre grandes líderes mundiales. El País. https://elpais.com/elpais/2019/06/24/icon/1561387816_765181.html
2. Schwaller de Lubicz, R.A. (1985). Esoterism and Symbol. Inner Traditions International.
3. Gil, J. (2008). Los brujos del poder. El ocultismo en la política Mexicana. Penguin Random House.