- Sofía de la Paz
Recuerdo hace algunos años, cuando estaba en prepa, recuerdo que un amigo me contó sobre lo presionado que estaba por dejar de ser “virgen”. Me dijo que le urgía tener relaciones sexuales, ya que había estado mintiéndole a sus amigos sobre el tema y temía que en cualquier momento lo descubrieran.
La tristeza que sentí entonces es con la que te escribo hoy, querido amigo. Sólo que ahora sé que no sólo fue él o tú, sino muchos más hombres que he conocido y que han formado parte de mi vida. Y la verdad es que me duele ver esta presión internalizada por cumplir con estándares hegemónicos cada día de su vida. Porque nosotras nos jodimos desde el momento en que nos asignaron como mujeres en un sistema patriarcal, pero pareciera que ustedes todos los días están en la delgada línea entre salirse del club sin tener que sacrificar demasiado. Pero ¿no han sacrificado demasiado ya? ¿En qué momento nos hemos vuelto tan indiferentes como para que no nos preocupe que la edad promedio cuando se empieza a ver pornografía es a los 8? ¿En qué momento se vuelve algo de presumir los años que no hemos llorado? ¿En qué mundo sentimos que ni siquiera nuestros amigos pueden ser un lugar seguro?
Al entender el consentimiento y el abuso, no sólo vi miles de mujeres nombrando aquellas experiencias que antes no podían darle nombre, sino también a miles de hombres como mi amigo que, sabían que presionar a alguien porque ellos se sentían presionados podría ser considerado como un delito. ¿Quién nos enseñó a ligar? ¿En qué parte del porno se habla de consentimiento? ¿Y en las películas románticas? ¿Quién nos enseñó que nuestro valor se basa en nuestra vida sexual?
Y si, me duele porque veo el machismo en los hombres que me rodean. Me duele porque veo el machismo en mí también. Me duele porque en realidad no es algo que podamos sacudirnos de un día a otro. Porque darnos cuenta que hemos lastimado a otras personas, incluso personas que queremos, duele. La famosa deconstrucción nos promete un futuro mejor, pero no sucede de la noche a la mañana, y el proceso puede ser verdaderamente cansado y doloroso. Es normal querer tirar la toalla. Está bien sentirnos frustrades al toparnos con pared cada vez que no encontramos respuestas. Está bien sentirnos abrumades por todo el caos que está sucediendo. Pero hay que seguirnos moviendo.
¿Quieres ser aliado? Sé aliado de tí mismo. Mira hacia adentro y trata de estar en consciencia. ¿Cómo te ha lastimado a ti este sistema? ¿Cómo ha lastimado a los hombres que amas? Porque sorpresa, querido amigo, tú no eres el malo. Pero aceptaste un trato que te vendieron con todos los beneficios del mundo, aunque en realidad no te conviene – estaba en las letras chiquititas.
Yo no voy a decirte cómo vivir tu masculinidad, porque sé que muy dentro de ti lo sabes. Y me alegra que días como hoy te hayas dado la oportunidad de averiguarlo. Pero quiero que sepas que en realidad no estás solo en este proceso y que tu también puedes tener un gran impacto, tal vez no hoy ni en la erradicación de la violencia sistematizada, pero sí en ti y en tu vida, lo cual ya es mucho. Y puede que tal vez, en la vida de las personas que te rodean.
Pareciera broma, pero cuando platico con las generaciones que vienen pisándonos los talones, me doy cuenta de la cantidad de herramientas con las que ahora cuentan, y que si te soy sincera, aunque me llena de satisfacción, también me da tristeza que nuestra generación no tuviera acceso a toda esta nueva información. Pero nos invito a aprovecharla ahora que la tenemos y apoyarnos en nuestros cuestionamientos.
Porque no sé tú, pero yo estoy segura que no sólo quiero que las niñas y adolescentes puedan vivir una sexualidad plena y sin vergüenza. Sino que también quiero que niños y adolescentes no se vuelvan a sentir presionados por cumplir con las expectativas de la masculinidad hegemónica.