- José Marcos Chávez Téllez
Síntesis: Como cada 3 y 6 años, llegamos al periodo en el que todas las opciones políticas nos van a recordar lo importante que es que las juventudes salgamos a votar. Como cada 3 y 6 años, otra vez nos prometen ponernos en el centro, darnos más espacios, construir con nosotrxs. Como cada 3 y 6 años, este 3 de junio se les va a olvidar esa promesa. ¿Tenemos que aguantar esa historia de nunca acabar y esperar nuestro turno? ¿Tenemos que hacer caso y salir a votar o podemos empezar a cambiar la forma en la que hacemos política?
Después de 6 años de olvidar a las juventudes, ahora, todos los partidos, todxs lxs analistas, todas las personas candidatas, vuelven al discurso de siempre: esta sí (nos lo prometen, de verdad, lo juran) es la elección de las juventudes. Esta vez, sí nos van a escuchar. Ahora sí nos van a dar un lugar en sus proyectos políticos. Tan nos quieren convencer que todas las campañas integran sus propios equipos de juventudes -francas repeticiones de las peores prácticas de sus partidos-, todas las televisoras hacen su sección de opinión joven, etcétera. “Todo para nosotrxs”, dicen. Y, a cambio, solo nos piden una cosa: ignorar sus incongruencias y darle nuestro voto a la candidatura de su preferencia. El discurso se les cae cuando encuentran a jóvenes a los que este trueque no nos convence.
Y entonces sí, somos nosotrxs lxs culpables de hacerle el juego a la derecha, de que se consolide un régimen autoritario o de que permanezca la vieja política (para todos los gustos hay). Estos ataques se intensifican todavía más cuando osamos mencionar la posibilidad de no salir a votar o de anular nuestro voto. Parece que se les olvida que hasta ellxs llegan, inadvertidamente, al punto cuando aceptan que ninguna de las opciones de la boleta es buena. “Hay que escoger el menor de los males”, dicen algunxs.
Así las cosas, ¿por qué habríamos de votar? ¿Por qué es mejor legitimar un sistema político-electoral que nos ha llevado al absurdo de votar por alguien que no queremos? ¿Por qué estamos mal quienes elegimos mostrar ese desencanto que una mayoría de nosotrxs siente?
Cada quien tendrá su respuesta. La mía es bastante sencilla: si solo creemos que se hace política votando y no lo hacemos, no solo no estamos ejerciendo un derecho, sino que estamos mostrando nuestro desprecio por la construcción de sociedades involucradas y participativas. La cosa es que la política no es (o no debería ser) sinónimo de partidos y elecciones. Ni siquiera debe ser entendida como ejercicio gubernamental. Creo que las juventudes tenemos una oportunidad dorada de transformar ese concepto de política; llevarlo a abarcar todo lo que involucra nuestra vida en comunidad. También creo que ya lo estamos haciendo.
Hace unos meses, un grupo de estudiantes de la Ibero iniciamos Demos, una asociación estudiantil que busca incentivar la participación ciudadana en nuestro entorno. Intentamos que las personas vean que nos relacionamos con política en todas las instancias de nuestra existencia. Desde entonces, he encontrado un panorama profundamente esperanzador. Contrario a lo que con tanta insistencia nos quieren hacer creer, las juventudes no hemos necesitado -no todxs, por lo menos- ir a ondear banderas o reventar eventos y llenar mítines para hacer política.
He visto a mis compañeres haciendo política a través de su participación en espacios periodísiticos innovadores (como El Hilo Rojo, Krakatoa y La Pregonera), construyendo desde jardínes de protección para polinizadores hasta casas para personas que no las tienen; generando espacios de lectura para niñxs en situación de vulnerabilidad y luchando contra el trabajo forzado.
Y esos no son los únicos ejemplos. La política también la crean nuestrxs representantes estudiantiles, que nos defienden de la arbitrariedad y opacidad de las autoridades universitarias y buscan garantizar nuestros derechos en los centros de estudio. Está en mis amistades que diseñan, cantan, declaman, escriben, pintan y tejen para reparar lazos comunitarios desechos. También la veo en el grupo de personas moderadoras de los Encuentros por la Democracia de la Ibero que, sin importar su carrera o afinidades partidistas, han enfrentado a las personas candidatas sobre las injusticias y violencias que han ejercido durante su tiempo en el poder.
La política la construimos diariamente, en todos los momentos de nuestra cotidianidad, quienes no estamos dispuestxs a ceder nuestro ideal de tener un mundo mejor a cambio de un cargo público, dinero o cualquier otro incentivo o dádiva; todo lo cual es ajeno a nuestras más profundas convicciones políticas.
Entonces, cuando nos quieran recriminar por no querer votar o por no hacerlo por quienes ellxs quieren, recuerden que no tenemos tiempo de meternos en sus grillas porque estamos ocupadxs construyendo esos futuros mejores. Así que no, no creo que votar solo por votar nos haga mejores personas ni vuelva a nuestra sociedad una más plural y justa. Lo que sí puede ayudar es permitir que quienes nunca han tenido acceso a espacios de decisión, por fin tengan la posibilidad de incidir en nuestra realidad; que, por fin, podamos pensar y actuar en comunidad. Lo demás, creo yo, es lo de menos.
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