- Autor: Félix Reyes
- Editor contenido: Antonio Martínez Quintanilla
- Editor estilo: Ricardo Díaz
Permítanme abordar el tema que trae indignadísimos en estos días a nuestros “cabezas pensantes”, esos definidores de la opinión pública respecto a la carta que el presidente de México envió la semana pasada al Parlamento Europeo. Omitiré con mucha pena el contexto, y no es que no me importe el asunto de fondo que llevó a los europeos a pronunciarse respecto a la situación de las y los periodistas en nuestro país, sino que abordaré la respuesta del presidente, pero, sobre todo el “tono” con el que fue escrito la carta, y que a muchos trae babeando de indignación: llamar “borregos” a los integrantes de la eurocámara. ¡Oh, la madre Europa! Pero, ¿cómo es posible ofender así a nuestros civilizadores?
Creo firmemente que somos producto de lo que leemos, pero, sobre todo, del movimiento y época a la que nos integramos (no en vano Marc Bloch cita la frase en la introducción de su libro de Historia “somos más hijos de la época que vivimos que de nuestros propios padres…”), y que bien pudiera cristalizarse cuando somos universitarios: la Universidad, sin duda, define y forma nuestra postura ideológica. Según el poeta Mario Benedetti, en su libro Gracias por el fuego, tomamos conciencia política de nuestra realidad por dos vías, 1) por la Universidad, y, 2) por ser partícipes del mismo escenario en que se palpa la injusticia a flor de piel. Es, pues, desde esta piel donde debe de darse una parte de la lectura a la carta del presidente.
Dice un poema del brasileño Carlos Drummond, y lo traigo a colación porque es quien mejor define las pretensiones de este escrito: “…En el ascensor pienso en el campo, en el campo pienso en el ascensor. Para mí, de todas las estupideces, la mayor es suspirar por Europa. Aquí al menos uno sabe que todo es una misma canalla, lee su diario, se mete con el gobierno, se queja de la vida (la vida está tan cara) y al final acierta”.
¿Qué tiene Europa que aún sigue levantando ampollas en gran parte de nuestra sociedad latinoamericana?
Para comprender nuestra relación con Europa, hay dos visiones. La primera, es de los llamados “hispanistas”, aquellos que están convencidos que Europa nos libró del salvajismo, que cuando los Reyes de España en una visita diplomática llegaron a Oaxaca (14 de junio de 1990), los pueblos indígenas rápido corrieron a quejarse ante ellos, diciendo que el gobierno de México no los trataba bien, que violaba constantemente “Las leyes de Indias”. Estos hispanistas se conmueven y suspiran con la respuesta que “Su Majestad” dijo, en ese entonces: “Nada nos satisfaría más que, España pudiera contribuir a aportar a vuestras sociedades un mejor nivel de vida que, lejos de truncar los aspectos más intrínsecos de vuestra personalidad, los consolidara y fortaleciera”.
La otra historia, es la que han venido escribiendo los mismos pueblos, y es donde encaja el discurso del presidente López Obrador así como de los otros mandatarios latinoamericanos: ponerse ante Europa de pie, y como estados soberanos exigir el respeto, pues ya no son tiempos que “eran colonia”.
El siguiente discurso lo esclarece todo:
“Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace 40 mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace solo quinientos años. (…) El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano! ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias…! ¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios.
Yo, indio de estas tierras, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio de un plan ‘MARSHALLTESUMA”, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no.
(…)
Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a nuestros hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia.
Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra.
Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?[1]
Hasta aquí. Sobran ejemplos de cómo a Europa se le ha olvidado ejercer la autocrítica, “se les olvida que ellos devastaron a las poblaciones para engordar sus arcas y para pagar sus excesos”, que “su estado de bienestar se basa en toda esa acumulación originaria y en la pobreza del resto del mundo[2]”.
Esto explica, también, la postura y queja del nuevo presidente Chileno, Gabriel Boric, al decir que no debió retrasarse su ceremonia de toma de protesta, simplemente porque aún no habían llegado los “Reyes de España”[3], porque ahora no estamos ante una relación asimétrica de poder, sino que todos los Estados y gobiernos merecen sus respetos y lugares correspondientes, todo esto “porque ya no somos colonia de nadie”.
Bibliografía
1. Discurso de Evo Morales ante los jefes de estado de la Comunidad Europea (14 de julio de 2013).
2. Juan José Gonzalez.
3. https://elpais.com/internacional/2022-03-15/gabriel-boric-me-parecio-bien-inaceptable-que-se-atrasara-la-ceremonia-porque-el-rey-de-espana-se-habia-atrasado.html