- Lluvia Camargo
Estimada Pregonera:
En estas páginas te quiero compartir algo que últimamente late muy cerca de Vocem. Escribo lo que nos movió como colectivo en el acercamiento con “Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” A.C.”. Te comparto tres ejes que atravesaron nuestros prejuicios respecto al trabajo sexual.
Es importante mencionar que estos ejes son preguntas claves que se nos presentaban una y otra vez durante los preparativos para los “Encuentros de Resiliencia”, espacios de diálogo con mujeres que se dedican al trabajo sexual.
Primero, el eje corporal. Un prejuicio muy presente cuando se discute sobre trabajo sexual se respalda en la denuncia del riesgo al que se enfrenta el cuerpo. ¿Por qué creemos esto? ¿Qué narrativas nos han enseñado para pensar que el cuerpo solo se pone en riesgo con el trabajo sexual? Imagina ir a cualquier (de verdad cualquier) trabajo sin tu cuerpo.
Ahora que tenemos fresca la idea de que el trabajo siempre se acuerpa, es más complicado (gracias al cielo) reforzar el prejuicio de que la simple existencia del trabajo sexual daña el cuerpo. Y por supuesto, es importante considerar los cuidados necesarios para laborar. Pero sería ingenuo (prejuicioso) pensar que las trabajadoras sexuales no procuran esos cuidados. Platicando con ellas, nos dimos cuenta de que tienen mucho que compartir respecto al cuidado relativo a las relaciones sexuales. Compartieron casos en los que ellas mismas les enseñaban a sus amigas casadas cómo cuidarse y cuáles son los chequeos que deben hacerse constantemente, pues la vida marital a veces excluye la importancia de la salud sexual. También, algunas platicaron sobre salud mental y la importancia para su trabajo. Si nosotres estamos plagades de prejuicios, sus contextos cercanos también lo están y deben aprender a protegerse de ellos.
Con el segundo eje, pensemos en lo territorial. ¿Dónde se habla de trabajo sexual? ¿Lo mencionarías un domingo en la mesa del desayuno? ¿Participas cuando lo mencionan en clase? Estas preguntas claves nos movieron bastante, porque parece que es algo que sí depende completamente de nosotres. ¿Cómo decido en qué espacio se puede hablar o no sobre las exigencias por dignidad para las trabajadoras sexuales? ¿Dónde me siento cómode para hablar sobre sus historias? Este punto desata reflexiones interminables y aunque no hemos descubierto respuestas finales, es una constante que nos mantiene con atención a los impactos de nuestra lucha contra los prejuicios que sostienen injusticias laborales.
Sobre la misma línea, el tercer eje se extiende hasta cuestionar la incomodidad que se siente tan comunmente al pensar sobre el trabajo sexual y quienes lo ejercen. Una vez más, traigamos a la mesa cualquier otro trabajo; ¿una maestra reduce su persona por ser maestra? ¿Es justo ignorar toda la complejidad de su vida fuera del trabajo? ¿Es justo ignorar las condiciones que le llevaron a ser maestra y juzgarla por una decisión completamente individual y subjetiva?
La justicia no es una institución con un letrero de “fiscalía” sobre la puerta. La justicia cotidiana depende de muchas acciones, gestos y discursos; entonces en esa multiplicidad se sostiene. Debemos reconocernos como parte del sistema comunitario-social que refuerza, legitima, cuestiona y reescribe tales discursos y acciones.
¿Qué pasa si mantenemos un cuestionamiento constante sobre los tres ejes expuestos aquí? Desdibujamos y reescribimos las narrativas que respaldarán nuestra actitud y acciones sobre el trabajo sexual. Esto es algo cercano, querida Pregonera. Es tremendamente valioso encontrar algo así de cercano y relevante, te pido que no lo sueltes. Nos toca hacernos responsables de esta trinchera universitaria que habitamos, empieza por las preguntas que nos han acompañado en esta carta.
Actualmente estamos en trabajo de post-producción de una campaña de difusión que fue co-creada en los espacios de diálogo con Brigada. Si sientes que los ejes te atraviesan y quieres explorar sus consecuencias, únete a las voces que deciden hablar de preguntas incómodas; no para joder, sino para reconstruir un mundo que considere la dignidad laboral de todas. Porque la esquina es de quien la trabaja y quiénes somos para invalidar eso.
Con cariño y esperanza,
comunidad Vocem.