- Diego Calderón
Síntesis
El postulado de Nietzsche: Dios ha muerto, no se ha cumplido en su totalidad. Si bien la modernidad ha tenido un efecto devastador en la fe cristiana, nuevas formas de espiritualidad han emergido. En este artículo exploramos las razones por las que la divinidad y el misticismo persisten en nuestros tiempos.
Sigue rondando en nuestros tiempos el eco de un estrepitoso anuncio: “Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado”(Nietzsche, 2019). Si bien tal postura resultó ser escandalosa para el siglo XIX, en nuestros tiempos cabe poco la indignación, pues dicha frase parece revelar un verdadero fenómeno de nuestra época.
Es manifiesto que la religión primordial de occidente está en decadencia: la Iglesia pierde control político conforme avanzan las horas y los segundos; está perdiendo seguidores. El Dios crucificado parece dar sus últimos alientos. No obstante, esto no significa que la religión, o bien, la espiritualidad, hayan cesado de latir en nuestros días. Por el contrario, a imágen y semejanza de un hidra, la decapitación del Dios cristiano ha suscitado la emergencia de más cabezas: doce para ser específicos.
Resulta extremadamente curioso que la aseveración de Nietzsche no se haya cumplido en su totalidad; la permanencia y subsiguiente crecimiento de un pensamiento que recurre a entidades sobrenaturales va en contra de toda especulación que las tendencias de la ilustración permitían inferir. ¿Cómo es que en tiempos de educación secular se mantenga y se promueva una conciencia que apela al misticismo y a la divinidad? Existen personas que defienden que el humano es un ser espiritual y por mera constitución ontológica es imposible erradicar tales nociones de nosotros; sin embargo, a fin de evitar lógicas de esencialismos que pueden derivar en pensamientos autoritarios, es preciso que mantengamos la discusión en el ámbito social. De esta manera, la pregunta por la creciente relevancia del zodiaco y las vibras debe de ser extirpada de toda influencia trascendental y, al contrario, debe de ser aterrizada al ámbito de las relaciones humanas.
El primer elemento que salta a la vista en nuestro análisis es que estas nuevas formas de espiritualidad postulan una fuente de conocimiento antagónico al que la modernidad instauró. Las bases epistemológicas de nuestra época histórica se fundan en un predominio de la razón; las bases epistemológicas de las nuevas corrientes espirituales, por el contrario, se basan en la intuición. La confianza en la percepción de las “vibras” sobre la reflexión racional de sucesos, sujetos e impresiones es ejemplo y síntoma de esta discordancia. La mera existencia de esta polaridad sugiere que hay una insatisfacción ante la manera tradicional de concebir al mundo y el hecho de que cada vez haya más adeptos al zodiaco y al new age -por decir algunos- sugiere que dicha insatisfacción está en aumento. La instauración de la intuición como fuente primaria del conocimiento surge como respuesta contra una razón que no se adapta y complace a las personas. Ante esto, vale la pena que nos preguntemos, ¿qué está mal con la razón del siglo XXI?
Una primera respuesta nos la suscita la complejidad y el carácter abstracto que el pensamiento racional ha adquirido en nuestros días. El conocimiento científico ha avanzado y especializado a un grado tal que es preciso, en la mayoría de los casos, tener una educación formal avanzada para poder entender las proposiciones que infieren las ciencias naturales. No es lo mismo explicar que “todo cuerpo preserva su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él” (Oyola, 2016) a explicar que un gato está vivo y muerto a la vez en tanto que no lo observemos.
Con lo anterior no queremos dar a entender que el conocimiento científico es inaccesible, pues eso sería incierto y sería un insulto para los miles de divulgadores de ciencia que existen en el planeta; no obstante, la dificultad de los conceptos, así como el esfuerzo cognitivo que demandan, es innegable. Asimismo, habremos de recordar que estamos en tiempos en donde el lema “el tiempo es dinero” tiene una relevancia significativa. Esto implica que dedicarle tiempo al aprendizaje de las ciencias conlleva el grave sacrificio de pérdidas económicas, haciendo que el cultivo intelectual en este ámbito no sea deseable. Todo esto genera que los individuos rechacen a las ciencias naturales como fuente de conocimiento y que tomen, en vez, a instancias que demandan menor tiempo de asimilación y entendimiento. ¿Acaso la intuición no cumple lo anterior?
Una segunda respuesta a nuestra pregunta nos la brinda la noción de que la razón del siglo XXI está del todo vacía. En efecto, parece que el pensamiento racional nada tiene que ver con las personas y en caso de que sí, nada tiene que ver con los aspectos afectivos de ellas. Aprendemos a utilizar una razón que sirve para la resolución de problemas prácticos: “Dos grifos llenan un depósito de 1500 litros en una hora y doce minutos. Manando por separado, el primero tardaría una hora más que el segundo. ¿Cuánto tardaría en llenar el depósito cada grifo por separado?” Sin embargo, no aprendemos a utilizar una razón contemplativa, una razón que nos brinde significado y que tenga repercusiones emotivas en nosotros. En definitiva, no aprendemos a usar una razón que responda a preguntas íntimas y fundamentales para nuestra existencia como ¿por qué existe algo en vez de nada?, ¿por qué soy yo y no otra persona?
Teniendo lo anterior en mente, nos resulta coherente que cada vez más los individuos busquen un sistema de pensamiento alternativo al que promueve la modernidad. En tanto que la razón mantenga un carácter indiferente, frío y cosificador ante las personas que lo emplean, es casi certero el aumento de su desdén y posible abandono. Podemos decir que los laboratorios y las iglesias se vacían, mientras que las descargas de Co-star aumentan. Dios no ha muerto en la modernidad precisamente porque la modernidad le ha fallado a las personas que, quizás más que nunca, están desesperadas por la salvación.
Es necesario anotar que todavía es muy temprano para poder hacer juicios de valor acerca de este fenómeno. Por una parte, el desdén hacia la razón resulta alarmante porque implica un posible decrecimiento del pensamiento crítico. Sin el filtro que ejerce la crítica, la apertura a la barbarie es una verdadera amenaza; sin embargo, la reconsideración del valor que se tiene a la razón instrumental puede ser algo positivo. Finalmente, dicho empleo de la razón es la responsable del dominio que el humano ha ejercido sobre la tierra y que aceleradamente nos conduce a nuestra extinción. ¿Qué hacer en estos momentos? La respuesta es incierta, pero si algo puede darnos dirección es no quedarnos conformes ni con la muerte de Dios, ni con su vida.
Referencias
1.Castro, P. (s.f.). Materiales de matemáticas. 2. Fracciones y potencias. [Archivo
PDF].
https://lasmatematicas.eu/docs/matematicas1bach/ejercicios/02-fracciones_p
otencias.pdf
2.Fracturemondiale. (2013). Imagen sin título [Imagen]. Skyrock. https://fracturemondiale.skyrock.com/3167294332-Les-realites-du-projet-MONARCH-Reseaux-pedophiles-cultes-sataniques.html
3.Nietzsche, F. (2019). La gaya ciencia. COLOFON.
4.Oyola, A. (2016). Las leyes de Newton y su aplicación en la salud pública. Anales de
la Facultad de Medicina, 77(4).
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1025-558320160
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