Odio a los indiferentes. Creo como Friedrich Hebbel, que “vivir significa tomar partido”. No pueden existir quienes sean solamente hombres extraños a la ciudad.1
- Diego Bentriz
El año de 1968 enmarca uno de los episodios más significativos en la historia moderna de México. El movimiento estudiantil representó una de las primeras manifestaciones de oposición al régimen priísta2. La represión desmedida a las protestas, llevada al extremo con la masacre en la Plaza de Tlatelolco, evidenció la crisis del aparato político mexicano y se convirtió en un trágico capítulo de una larga serie de violaciones a derechos humanos perpetrados por el estado mexicano. Sin embargo, contrario a lo que se podría pensar, este movimiento no fue una muestra aislada en el mundo, representó una fase de la historia que persiguió cambios en la estructura de poder.
Uno de los referentes más conocidos provenientes del exterior fue el mayo francés. Las protestas iniciadas en la Universidad de Nanterre, apoyadas después por estudiantes de La Sorbona y obreros de todo el país, tenían como objetivo manifestarse contra el autoritarismo de las instituciones; buscaba un cambio ideológico en favor de las libertades y el abandono de las consignas morales preestablecidas.
Las semejanzas con México resaltan a primera vista: la búsqueda de autodeterminación frente a un aparato represor. Dos frases populares que expresan muy bien este cambio de paradigma fueron: “Sea realista, pida lo imposible” (Soyez réaliste, demandez l’impossible3) y “Mis rucos consideran que sus principios son inmutables”4. Sin embargo, también existieron diferencias importantes entre ambos movimientos, “en México no hubo prácticamente reivindicaciones escolares o académicas, sólo peticiones políticas; liberación de presos políticos, disolución del cuerpo de granaderos, destitución del alcalde de la ciudad”5. A ello se le debe añadir que la permeabilidad del movimiento estuvo más limitada al contexto urbano y de clase media, sin obtener el respaldo obrero que tuvo en Francia.
Otro referente importante en el mundo fue la Primavera de Praga, en la que el gobierno comunista liderado por Alexander Dubček buscó implementar un enfoque más democrático y liberal dentro del sistema socialista con miras a una mayor participación ciudadana. Si bien existieron diferencias importantes, como el hecho de que fuera sofocada por fuerzas soviéticas y que se diera dentro del espectro ideológico opuesto, la aspiración que perseguía era también la lucha contra la opresión. Tal como señala Žantowský (2018): “los jóvenes protestaban contra la opresión, la tiranía y la corrupción, y exigían libertad y democracia. Sus opresores y las ideologías de éstos podían ser muy distintas, pero el sentimiento de injusticia era el mismo”. El final de ambos movimientos fue igualmente trágico, con una intervención militar, extranjera en un caso, y nacional en otro, pero cuya trascendencia fue reflejar el espíritu de cambio y la lucha por la justicia en medio de un sistema autoritario.
Finalmente, dentro de México hubo variadas influencias internacionales (URSS, Cuba, EU). Una de las que se ha vuelto más conocida en años recientes es la relativa al rol que desempeñaron los servicios de inteligencia de Estados Unidos, la cual operó en los más altos niveles. El presidente Díaz Ordaz había recibido de la CIA 400 dólares mensuales durante su campaña presidencial de forma adicional al salario regular que se le pagaba como agente de apoyo, además de mantener una estrecha relación con Winston Scott, jefe de la estación en México (Aguayo, 2018). Ambos hombres eran apasionados anticomunistas y vieron en el 68 una conspiración cubano-soviética. De esta forma, los servicios de inteligencia durante la evolución del movimiento sirvieron como espionaje de las actividades estudiantiles, compartiendo la información con el gobierno de México.
Ante estos hechos, es indispensable reconocer que el movimiento estudiantil en México de 1968 no estuvo aislado de las influencias internacionales: el escenario de la Guerra Fría, la Guerra de Vietnam, la revolución cubana; ni de las respuestas que existieron de los estudiantes alrededor del mundo, como el mayo francés y la Primera de Praga. Pero, aún dentro del ámbito mexicano, su análisis no se puede extralimitar al ámbito local; una muestra de la influencia extranjera quedó plasmada en el intervencionismo de la CIA. Así pues, la herencia histórica más importante de estas protestas, más allá de sus particularidades, fue la demanda de la libertad y justicia frente a regímenes autoritarios, cuestión que permanece muy vigente en la sociedad contemporánea. Recordar el 68 a 55 años es importante porque nos pone frente al hecho de que, aún en los peores momentos, no podemos ser indiferentes.
Referencias
1. Cita textual de Antonio Gramsci en Odio a los indiferentes.
2. El movimiento médico de 1964 fue la primera manifestación de la clase media al régimen.
3. La frase fue uno de los slogans del mayo del 68 y apareció en múltiples pancartas durante las protestas.
4. Gabriela Peña Valle, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, citada en La noche de Tlatelolco.
5. Prof. M. Mayagoitia, carta a Le Monde, 7 de octubre de 1968, en La noche de Tlatelolco.
Bibliografía
1. Aguayo, S. (2018). El 68: los estudiantes, el presidente y la Cía. Ediciones Proceso.
2. Gramsci, A. (2011). Odio a los indiferentes. Ariel
3. Poniatowska, E. (1998). La noche de Tlatelolco. Era.
4. Zantowsky, M. (2018). Praga y México, 1968. M68 Dossier. Revista de la Universidad.https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/165c2d46-b848-4f0a-99e0-43d4b8c487d3/praga-y-mexico-1968