- Regina Villalpando Bernal
A lo largo de la historia de México como nación independiente, es posible advertir un panorama en el que el país ha sido regido en su mayoría por sistemas políticos autoritarios. Desde mediados del siglo XX hasta 1990, podemos observar cómo fuimos afectados por una dictadura de partido que se posicionó inmediatamente después de la Revolución y que controló a todas las demás instituciones no dejando cabida alguna a la oposición. Es así como éste partido hegemónico dominó el sistema político mexicano por más de 70 años, controlando municipios, gubernaturas y el Congreso de la Unión concentrando todo el poder en una figura: el presidente. Esta figura significó el objeto central del sistema político y gozaba de plenas facultades constitucionales como también fuera de estas.
En respuesta al abuso del poder centralizado se generaron diversos movimientos en rebeldía, como lo fueron el movimiento ferrocarrilero, el movimiento de médicos y el sonado movimiento estudiantil de 1968. Muchos de ellos tuvieron consecuencias fatales que derivaron del rechazo a la dictadura que imperaba. Sin embargo, fueron de ayuda para la liberación y transición a la democracia.
El proceso de transformación política hacia uno competitivo no fue apresurado. Se demoraron años en realizar las reformas y leyes necesarias para crear instituciones con la capacidad de organizar procesos electorales libres y justos, además de que representaran la seguridad jurídica necesaria para que la población depositara su confianza y respetara los resultados emitidos. Cabe añadir que las reformas electorales de 1977, 1990 y 1996 fueron elementales para lograr un cambio en el sistema político mexicano. La última reforma en materia electoral es la que tuvo lugar en el año 2014, en donde el Instituto Federal Electoral (IFE) pasó a ser Instituto Nacional Electoral (INE). Esto cobra relevancia ya que el INE tiene las facultades para involucrarse en las gubernaturas, legislaturas globales e integrantes del ayuntamiento, y no únicamente en la organización de elecciones de ámbito federal como la presidencia, diputaciones o senadurías, como sucedía anteriormente.
Hoy en día, podemos conocer la democracia desde diferentes puntos de vista. Puede ser un ideal, una forma de vivir, un sistema político o incluso un conjunto de valores. Centrándonos en la democracia como régimen político, ésta presupone que a todos los ciudadanos de una comunidad se les reconoce la dignidad del ser humano, así como sus derechos en concordancia con la pluralidad, libertad y respeto a la ley. Estos derechos se encuentran legitimados para tomar las decisiones, ejercer el poder y beneficiarse del resultado, en donde el Estado solamente juega un papel de representación de esas decisiones. Sin embargo, en nuestro país podemos observar cómo, lamentablemente, la democracia se ha quedado en la utopía de la definición, dejando una gran laguna entre lo deseable y lo posible.
En el caso de Latinoamérica y específicamente en México, encontramos que la inequidad y la desigualdad son el principal impedimento para la democracia, aunado a otros aspectos económicos y la ausencia de solidaridad y justicia social. En adición, podemos hallar otros problemas que se viven en el país, como la delincuencia organizada, el incumplimiento de la ley y la impunidad, el desempleo, la corrupción, la violencia, entre otros, los cuales desembocan en la falta de aceptación del sistema democrático por parte de su población. Por otro lado, también podemos advertir otros sucesos en donde se ha perdido la confianza del pueblo en la democracia, como en las elecciones federales de 1988 o la pérdida de la mayoría absoluta del partido hegemónico en la Cámara de Diputados en 1997.
En otras palabras, en México hay una diferencia radical entre la democracia ideal y la democracia real que afecta directamente a la población y ha ocasionado inconformidad respecto a los representantes políticos, polarización de ideales y falta de confianza en el sistema electoral y político. Por consiguiente, los ciudadanos han perdido la esperanza en encontrar buenos representantes y en algunos casos ha provocado que se abstengan a ejercer su derecho al sufragio. Si bien es de reconocerse que la democracia en México no se ha llevado de una manera eficaz y los líderes únicamente han buscado beneficios propios a costa del país, es importante tomar en cuenta que el problema radica en los procedimientos y mecanismos utilizados hasta ahora. Se debe de estimar que, aunque sea en su mínima expresión, los organismos electorales son el principal recurso del que disponemos para afianzar nuestra democracia a partir del ejercicio y respeto al voto.
En adición a la crisis democrática que atraviesa el país, el actual gobierno propone una reforma electoral en la cual se reducirán los recursos destinados al INE. Es de expresarse que el instituto es el único organismo autónomo que garantiza nuestra democracia en materia electoral, y reducir el presupuesto dirigido a su funcionamiento traería su empobrecimiento. Esto se vería necesariamente reflejado en su actuación que, como ha quedado antelado, ha sido meritoria al interior del país, dando oportunidad con ello también a que la corrupción se abra paso. Por otro lado, si se considerara por algunos que dicho organismo aún es perfectible, sería preferible acudir a otras herramientas, tales como la supervisión y la capacitación de éste a fin de optimizar su funcionamiento ya que de otra manera, significaría un desincentivo a la democracia.
Cabe mencionar que la división de poderes en nuestro sistema político es el pilar más importante para que haya un equilibrio de pesos y contrapesos en donde uno tiene que ser, paradójicamente, un freno y una ayuda para el otro. Es decir, que se debe de buscar el no centralizar el poder en una sola persona, ya que se corre el riesgo de quebrantar el estado de derecho e incurrir en una dictadura de la cual salir sería una posibilidad lejana. En este mismo orden de ideas, los órganos constitucionales autónomos son independientes a los tres poderes, precisamente por la naturaleza de las tareas que desempeñan aunado a la especialización, control y transparencia que se requiere. Las elecciones de representantes políticos son procesos que se deben de tratar con la mayor imparcialidad y transparencia posible, por lo que esta tarea está encomendada a este tipo de órganos y se deben de realizar los procedimientos necesarios para asegurar su eficacia, así como destinar el presupuesto requerido para su funcionamiento si así lo amerita.
Finalmente y recopilando todo lo antes expuesto, podemos decir que la democracia en México se ha establecido a lo largo de una gran trayectoria histórica en donde ha habido altas y bajas. Sin embargo, la democracia es el pilar de nuestro sistema político y la herramienta a través de la cual podemos alzar nuestra voz, por lo que es importante no desestimarla y contribuir en la fortaleza de esta, así como en órganos que la garanticen para que los mexicanos gocen de la seguridad jurídica que todo ciudadano debe de tener.
Referencias
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Secretaría de Relaciones Exteriores (2014). México ha experimentado en los últimos años un proceso de transformación política de gran envergadura. Ciudad de México. Gobierno de México. Recuperado de: https://www.gob.mx/sre/acciones-y-programas/democracia-en-mexico#:~:text=Uno%20de%20los%20cambios%20m%C3%A1s,consolidaron%20las%20instituciones%20y%20los
Chavarría Suárez, M.(2021). Calidad de la democracia en México El Estado democrático de derecho como paradigma del sistema nacional anticorrupción. Ciudad de México. Universidad Autónoma Metropolitana. Recuperado de: http://dcsh.cua.uam.mx/wp-content/uploads/2021/08/CALIDAD-DE-LA-DEMOCRACIA_WEB_060821.pdf