- Andrés Morales Ramírez
El pasado 10 de diciembre del 2023, Javier Gerardo Milei asumió el cargo de presidente de la Argentina en el Congreso de la Nación. El nuevo mandatario, de la mano del actual Ministro de Economía, Luis Andrés Caputo, en reiteradas ocasiones ha insistido en la implementación de la dolarización de la economía y la eliminación del Banco Central Argentino. Todo ello, con la intención de terminar con el “Cáncer de la Inflación”.
Si bien nos encontramos en una etapa prematura para juzgar esta política económica, lo cierto es que tanto Milei como Caputo han declarado que el proceso para canjear los pesos a dólares tardaría alrededor de 16 meses, y que se hará en el momento oportuno.
Esta no es la primera vez que se plantea la dolarización de una economía en Latinoamérica. De hecho, el propósito de este artículo es hacer un breve recuento de los países en Latinoamérica que, en algún momento de su historia, han implementado un esquema de dolarización con la intención de dar por terminadas crisis económicas, o bien, como tratamiento a la hiperinflación.
El primer fenómeno de dolarización en Latinoamérica se gestó en Panamá. Se dio como respuesta a la separación de Panamá de Colombia en 1904. En ese entonces, el estado panameño firmó el Convenio Taft con los Estados Unidos de América, y oficializó la circulación del dólar; procediendo, con ello, a retirar todas las monedas en circulación dentro de su territorio.
Durante mucho tiempo, la dolarización fue vista como un factor clave en el éxito económico de Panamá, contribuyendo a su crecimiento sostenido y atractivo como ente financiero internacional. Sin embargo, a lo largo de su historia, se han planteado desafíos en términos de adaptación a políticas económicas externas y limitaciones en el control de la política monetaria.
Un claro ejemplo de ello es el funcionario Galileo Solís, el cual se desempeñó como Ministro de Relaciones Exteriores en los años sesentas y fue pionero del establecimiento de un Banco Central. Galileo Solís pensaba que esta era una iniciativa impostergable, pues preveía que el principal mercado de exportación —que, en ese momento, era la Zona del Canal— alcanzaría su techo y que, por ende, era necesario que Panamá incrementara su capacidad productiva interna. Por tanto, Solís concluyó que, para este objetivo, un banco de emisión sería indispensable.
En tiempos más recientes, también ha habido manifestaciones relevantes para la propuesta de la creación de un banco central. Tal es el caso de José Eulogio Torres, Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Panamá, mismo que ha declarado en varias ocasiones, con detallados argumentos, la necesaria creación de un banco central, criticando con dureza la dolarización de la economía panameña. Lo que es innegable es que la idea de un banco central nunca ha contado con el apoyo de los sectores económicos ni de parte de los formuladores de las políticas públicas.
Otro caso, más reciente, es el de Ecuador. En el año 2000, el pueblo ecuatoriano estaba inmerso en un proceso de crisis financiera; ahogado en niveles de inflación cercanos al 100% anual. Lo cual, naturalmente, causó la caída de varios Bancos, viéndose el gobierno obligado a nacionalizar más de la mitad de la banca privada. Estos factores generaron, como respuesta inminente, la dolarización. Ello, con la intención de eliminar el riesgo inflacionario; suceso que, en su momento, estuvo aparejado de diversas manifestaciones a lo largo del país, debido al terrible impacto que sufrieron los sueldos de la clase trabajadora.
Sin embargo, con el paso del tiempo, y aún más en la segunda década del milenio, los salarios incrementaron y, en estos últimos años, Ecuador ha estado dos o tres puntos por encima de la tasa inflacionaria de Estados Unidos; teniendo, en general, un impacto positivo en la economía de ese país.
Para el caso de El Salvador, a principios del milenio, la economía estaba estable. Incluso, existía un análisis del Fondo Monetario Internacional que señalaba que, en los años previos de dolarizar la economía, la moneda de El Salvador se había mantenido a un tipo de cambio fijo de 8,75 colones contra al dólar estadounidense desde 1992. Sin embargo, con la dolarización, lo que El Salvador buscaba era eliminar el riesgo de la devaluación, blindar las reservas internacionales y reducir las tasas de interés, manteniendo una tasa similar a la de los Estados Unidos. Si bien es imposible determinar que la inflación en El Salvador pudo ser peor si no se implementaba la dolarización, la realidad es que se han reducido las tasas de interés de forma general y se han ampliado los plazos para los créditos.
En conclusión, estas tres economías latinoamericanas —Panamá, Ecuador y El Salvador—, que decidieron dolarizar su sistema antes que el estado argentino, demuestran que el concepto de dolarización, per se, ha funcionado, en el sentido de que todos los regímenes que lo han implementado, han transitado de sufrir altas tasas de inflación , a una relativa estabilidad monetaria; ya que, en los casos mencionados, se ve muy lejana la opción de regresar oficialmente a sus monedas nacionales.
Sin embargo, a lo largo de este artículo, se ha tratado de dejar en claro que cada país ha buscado la dolarización por motivos y contextos distintos, razón por la cual, el resultado que llegase a tener Argentina, será meramente contingente.
Bibliografía
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