Diana Díaz Aparicio
Síntesis: El presente texto es una breve reflexión que hice en torno a la lucha feminista y lo que esto ha significado en mi relación con mi mamá. Creo que puede haber muchas mujeres que se identifiquen con esta situación en sus diferentes relaciones personales y lo que sentimos cuando estas personas difieren de nuestra lucha.
Desde chiquita, he tenido una superheroína como casi todes les niñes, mi mamá. Mi mamá que me ha cuidado más que nadie, que cuando me enfermaba de niña hacía remedios mágicos para mejorarme, que cuando me sentía triste o mal hacía todo para contentarme, que me hacía sentir segura a su lado, que a pesar de todas nuestras diferencias y opinar muy diferente me echa para adelante.
Mi mamá no lo sabe, pero la admiro demasiado. Admiro su perseverancia, su valentía, su amor y su inteligencia. Sin embargo, eso mismo que me hace amarla, hace que me importe demasiado lo que piense y dice, por lo que no soporto que mi mamá no luche conmigo.
Hace un año mi mamá estaba completamente en contra de las marchas y los “destrozos”. Me dijo que no estaba de acuerdo en que fuera, que no entendía por qué tenía que ir a marchar con mis hermanas pues yo no era como ellas, pero lo que no entiende es que todas somos una. Que de nuestro dolor individual y colectivo hemos decidido sacar la fuerza para luchar en contra de toda la violencia que hay a nuestro alrededor. Que aunque me cuido mucho, a mí también me pasó y no fue su culpa, pero tampoco fue mía, como no lo es de ninguna mujer que es violentada. Que entiendo que tiene miedo por la inseguridad que vivimos, que tiene el mismo miedo de que yo no regrese o que mis hermanos tampoco. Que cree que la violencia es la misma seas hombre o mujer. Pero lo que no entiende es que no es igual. Mis hermanos podrán ser asesinados, secuestrados, robados, desaparecidos, pero no es igual. A ellos, lo mas seguro es que los lastimen otros hombres y no por el hecho de ser hombres, sino por otros motivos. A mí, me pueden desaparecer, violar y asesinar por el simple hecho de ser mujer.
Mami, te pido desde el fondo de mi corazón que despiertes, que te des cuenta que no es igual, que esta no es solo mi lucha, sino también tuya. Que te juro que yo lucho porque tú nunca me faltes, pero para que yo también nunca te falte.
Lucho porque cuando tú fuiste violentada, nadie alzó la voz. Lucho porque cuando mis tías lo fueron nadie alzó la voz. Lucho porque cuando mis amigas lo fueron nadie alzó la voz. Lucho por todas mis hermanas que lo han sido y no han sido escuchadas. Lucho por las 10 mujeres que a diario no regresan a su casa.
Mi mamá no es mala, pero como la mayoría de los que niegan la situación me afecta. Me afecta en lo personal y lo político, porque mi mamá es como miles de otras madres, padres, hermanes, primes, amigues, compañeres y profesores. Que, aunque queramos soltar en lo personal, no podemos por el amor y cariño que les tenemos. Y en lo político, nos afecta porque siguen formando parte del problema, pues lo mantienen con su pasividad, su omisión, su indiferencia e incluso con sus acciones.
Aunque no comparte opiniones del movimiento feminista e incluso lo llegue a criticar, mi mamá me enseñó a luchar. Me enseñó a luchar con cada sonrisa, con cada palabra de ánimo, con cada abrazo, pero también con su ejemplo. Y ahora me toca a mí enseñarle a luchar y por qué luchar.