- Daniela Fernanda Ramírez Lugo
El ser humano es una de las máquinas más complejas que existen; dejando de lado el antropocentrismo y las cuestiones filosóficas, somos él ser con una estructura psíquica intrigante, cuya belleza nace de su imperfección.
A pesar que él humano es un ser pensante y sociable, oficialmente desarrolló esto hace apenas unos miles de años, con la aparición del homo sapiens y los procesos de pensamiento superiores: la abstracción, el razonamiento, la conciencia emocional, el lenguaje, etc… Sin embargo, antes de esto, ya había un impulso interno que movía a cada ser a persistir: el miedo. Una de las fuerzas más antiguas y viscerales y, junto con esta, una de las formas de expresión igual de poderosa: el arte.
No solo hemos usado el arte como medio de comunicación o expresión, sino, como una forma de representar el mal y todas las cuestiones que pasan nuestro entendimiento; le damos cara a aquellos sentimientos que ocultamos y luego nos avergonzamos de lo mucho que disfrutamos mirarlos en la oscuridad.
Hemos tenido muchos artistas y movimientos a lo largo de la historia que tratan con el horror. A pesar de esto, en la actualidad nos hemos vuelto cada vez más resistentes a la crueldad; nuestro día a día se encarga de insensibilizarnos y crear un hambre insaciable por buscar esta sensación. Por consiguiente, el arte se ha adaptado a estas exigencias y al contexto.
Hay claras diferencias en las obras actuales y las de épocas pasadas, pero es importante entender que para que hoy algo sea aterrador, en el pasado existió algo que lo era aún más.
Un ejemplo clásico es El Greco, un artista que sigue intrigando a la sociedad con su juego característico de luces y sombras, dando una percepción en relieve aun con la presencia de cualquier otro color. Este artista, que tuvo su lugar alrededor del siglo XVI ya en la época renacentista, tuvo mucha influencia de otros grandes pintores como Tiziano o Tinttoretto, quienes compartían una técnica exquisita en el manejo de superficies, atmósferas y el uso de paletas de color serias y oscuras.
Entre sus obras más relevantes podemos encontrar: “El entierro del Conde Ordaz”, “El caballero de la mano en el pecho”, “Visión del apocalipsis” o “El bautismo de Cristo”. Estos cuadros tienen un componente muy fuerte, tanto en significado, técnica y sensación de crudeza. Mirarlo es contemplar la oscuridad y no saber si ves el infierno o tus propios demonios.
Pasando a una parte más visual, Goya nos da un precedente unos años más tarde. En el siglo XVIII, aún renacentista, Francisco de Goya introdujo su arte violento al panorama. A pesar de haber estado cerca de la corona -el Rey Carlos III-, sus temas rondaban entre la ironía y la crítica social. Usaba elementos violentos y sacrílegos que hacían de sus pinturas un golpe de morbo y duda para el espectador.
Una de sus pinturas más conocidas, naciente del mito griego, es justamente “Cronos devorando a su hijo” o “Saturno devorando a su hijo” (el nombre varía dependiendo de si es mitología griega o romana), donde ilustra el momento en que el titán Cronos, se come a sus hijos para evitar la profecía de su derrocamiento.A diferencia de otras pinturas de tema mitológico, esta destacó mucho por la crudeza del desmembramiento y la ansiedad en la mirada.
Entre otras obras de su repertorio se encuentran: “El aquelarre”, “El conjuro” o “El coloso”, las cuales son magníficos ejemplos de otras creaciones con ápices de terror .
Tomando una vertiente más sádica, podemos hablar de Théodore Géricault.
Su pintura “Piezas anatómicas” (1818-1820) del periodo del romanticismo, es un bodegón que, en lugar de conformarse por frutas y ornamentos de ostentosidad, atosiga el cuadro de miembros desmembrados.
El cuadro tiene un lugar especial en las puertas traseras del arte ya que, a pesar de no ser muy conocido, una vez que se le mira, es imposible de olvidar. Su estética teatral del cuerpo humano te hace preguntar si el artista tenía fines anatómicos o si simplemente estaba descargando su mente trastornada tras la justificación de una técnica. De lo que sí podemos estar seguros, es que el ser humano se reduce a hueso, carne y sangre.
Ahora, no solo el cuerpo era llamativo en el repertorio de este artista, sino también la enfermedad mental. Como parte de su personalidad artística, estaba visitar las morgues y los psiquiátricos -lugares que en esa época eran sinónimos de repugnancia- y tomar lo que veía para luego plasmarlo en un primer intento. Fascinado por su talento y buscando ayudarlo con su depresión, el médico Georgette le pidió retratar distintos trastornos psiquiátricos. Gracias a eso, nació una colección de 10 pinturas llenas de dolor psicológico, conocidas como las monomanías. Lamentablemente, solo se conocen siete actualmente: la envidia, la fijación obsesiva, la ludopatía, la cleptomanía, la pedofilia, la embriaguez y la melancolía religiosa. Todas están pintadas en proporciones reales, con fondos oscuros y en poses de retrato en tres cuartos.
Moviendo nuestro foco nuevamente, tenemos a una mujer que revitalizó el arte incluyendo un elemento de rabia y venganza naciente de una vida injusta: Artemisia Gentileschi.
Esta artista del siglo XVII era hija de uno de los pintores barrocos de la época. Mostraba dotes artísticos desde muy joven, por lo que su padre fungió como su maestro.in embargo, en la ideología misógina de esa época no cabía el talento de un ingenio como el de Artemisa.
Lo que ella no sabía, es que el mundo podía hacerle daño en más formas aparte de la represión de su intelecto. Violada y humillada de múltiples formas, durante el juicio de su agresor (el cual sólo recibió pocos meses de cárcel), Genileschi acumulo dentro de sí un espíritu fuerte y feminista que plasmaría luego en sus pinturas, empoderando a la mujer y descargando un impulso de frustración y venganza en sus colores apasionados,escenas de muerte y justicia.
Una de sus pinturas más emblemáticas es “Judith decapitando a Holofernes”, la cual relata un pasaje del antiguo testamento donde una viuda judía -Judith- irrumpe en el lugar del general Holofernes, el cual estaba a punto de destruir Betulia con sus tropas, una vez dentro, lo decapita estando inconsciente, convirtiéndose en una asesina y una heroína al mismo tiempo.
El cuadro se centra en la mutilación y ubica en el centro de la composición la espada cortando el cuello y los borbotones de sangre manchando las sábanas, creando una atmósfera elegante y desordenada, enmarcada por los claroscuros de moda en esa época. Otros artistas como Caravaggio recrearon esta escena. Los elementos varían entre artistas; algunos usaron la criada como elemento iconográfico para realzar el mensaje heroico; otros ponían la cabeza en una bandeja de plata, exhibiéndose, y algunos detalles más sutiles como el uso de los colores o las texturas.
Finalmente, dando un salto temporal hacia el siglo XXI, hay artistas con una nueva perspectiva de lo aberrante y siniestro, donde lo que buscan es crear directamente una obra que perturbe al observador y desahogue la mente del pintor.
Uno de ellos, personalmente de mis favoritos, es el artista ruso Vergvoktre. Al mirar sus obras por primera vez, te genera un solo pensamiento: “¿qué le pasa en la cabeza a este hombre?”.
Su trabajo rodea distintas temáticas: criaturas espeluznantes, escenarios infernales, ritos satánicos, abismos infinitos, almas atormentadas, ocultismo, insectos irreales y todo lo relacionado con el morbo.
También mezcla en sus temáticas la religión, la eterna lucha entre el bien y el mal, la decadencia y los descensos a los infiernos de manera literal y figurada. El artista ruso da golpes de realidad sobre una sociedad podrida, sin piedad y llena de crueldad.
Existe una marcada crítica hacia la decadencia del ser humano, plasmando su pecado y su castigo en una metáfora visual que, unida a sus seres siniestros, da una sensación de desagrado y fascinación por seguir mirando.
Particularmente, las obras de Vergvoktre me recuerdan a la artista Remedios Varo, con sus humanos/insectos fantásticos que parecen sacados de un sueño antiguo. Igualmente, los diseños de Botticelli y de Gustav Dore sobre “La Divina Comedia”, nos recuerdan a la parte infernal que parece buscar el ruso en sus obras.
En conclusión,todo está vinculado de una forma u otra, ya sea por inspiraciones, movimientos, épocas o temas en común. Cada cuadro comparte una íntima relación entre el espectador y sus miedos; despiertan su incomodidad, pero también su curiosidad, dándonos cuenta que la historia misma del ser humano es la historia del terror.
Bibliografía
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