- Daniela Caire Barranco
Un análisis de las fallas básicas que hay en la atención a los refugiados es clave para poder abordar la crisis mundial contemporánea que está acabando con miles de vidas. Lamentablemente, ellas están siendo politizadas por la comunidad internacional, priorizando agendas gubernamentales por sobre el establecimiento de mecanismos verdaderamente eficaces que logren salvar a estas personas a las que les fueron arrebatados sus hogares, vidas y familias; pues lo único que buscan es estar a salvo de un mundo donde son vistos como un problema y no como seres humanos en busca de paz.
Dicho lo anterior, ¿quién se encarga de atender a los desplazados a nivel global? El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es el órgano principal en cuestiones de refugiados. Su origen data de 1950, en la segunda posguerra mundial, con la creación de la Organización de las Naciones Unidas. No obstante, a pesar de tener más de setenta años desde su creación, se ha demostrado una y otra vez su mala administración y manejo en la atención a los refugiados.
De acuerdo con Amnistía Internacional (2019), “en todo el mundo, 21 millones de personas se han visto obligadas a buscar refugio fuera de su país. Frente a ello, los gobiernos tienen el deber de ayudarlas. Sin embargo, los países más ricos siguen tratando a las personas refugiadas como si fueran un “problema de otros”. Esto ha resultado en el establecimiento de campos de refugiados que se encuentran principalmente en países pobres, viviendo en condiciones deplorables y dependiendo de ayuda humanitaria por parte de la comunidad internacional. Lo anterior se ha convertido en un ciclo vicioso: los países pobres reciben a refugiados a la espera de asistencia humanitaria por parte de países ricos que priorizan su agenda nacional antes de ayudarles. Este es un camino sin salida.
De la misma manera, una cuestión clave radica en que ACNUR depende completamente del apoyo de los países anfitriones que reciben a los refugiados, y muchos de ellos se han comportado de una manera hostil e inhumana frente a este tema al demostrar que los refugiados no son parte de su agenda política de interés nacional. Es decir, la comunidad internacional es muy selectiva al decir a quienes apoya y a quienes no; obedeciendo a temas políticos, no necesariamente a temas humanitarios. Esta es una falla sistémica profunda a nivel global, pues si los mismos países no son posibles de otorgar asistencia a ACNUR al ayudar a los refugiados, entonces ¿cómo puede un órgano internacional reubicar a estas personas en lugares que no son bien recibidos?
El mal trato que reciben estas personas en su nuevo ‘hogar’ es evidente. En Turquía, por ejemplo, las personas alegan estar ‘hartas’ de tener sirios en su país, resultando en actitudes completamente xenófobas a las que se tienen que enfrentar estas personas diariamente. Y no vayamos tan lejos, en México ¿qué es lo que vemos con la llegada de migrantes centroamericanos? Completa hostilidad y, en algunos casos, respuestas violentas por parte de los nacionales al ver que extranjeros ‘ilegales’ llegan a su país.
Aquí se puede encontrar una falla muy grande en la atención a los refugiados, pues es imprescindible que se lleven a cabo proyectos sociales destinados a la concientización de la población ‘anfitriona’ de los problemas a los que se enfrentan los refugiados al llegar a este nuevo país, de lo contrario, los seguirán viendo como un problema que nubla su empatía y sentido de humanidad.
Otra falla latente en la atención a los desplazados es la falta de coordinación entre el marco jurídico nacional de los países y el régimen internacional de los refugiados (Milner, 2014). Frente a una nula armonización entre ambos marcos jurídicos, y la inexistente obligatoriedad de implementar estas políticas, cada país decide cómo ajustar el tema de los refugiados a sus leyes, a su práctica y a cómo lo interpreta. Es imprescindible que se lleve a cabo una mejor coordinación entre la ley nacional y el derecho universal en el ámbito de refugiados y migrantes, para así poder llegar a una efectiva atención a los mismos.
Empero, lo anterior va a ser una tarea enormemente difícil, pues uno debe de tomar en cuenta las distintas culturas alrededor del mundo que simplemente no aceptan la existencia de derechos humanos universales. Dicho lo anterior, ACNUR se enfrenta ante este obstáculo tan grande al resolver la pregunta ¿cómo coordinar a países que son intrínsecamente diferentes entre ellos en el ámbito de derechos humanos?
En conclusión, la crisis mundial de los refugiados es algo que no se va a poder resolver hasta que la comunidad internacional establezca una coordinación armoniosa y cooperación en materia de atención a los refugiados. Como ya se mencionó, esto es algo increíblemente difícil de lograr, pero hay que recordar que en temas humanitarios es imperativo dejar de lado intereses nacionales, agendas políticas y proyectos económicos; pues estas personas no decidieron por voluntad propia abandonar sus hogares, sino que se vieron en la necesidad de huir por temor a perder la vida. Por otro lado, las sociedades en los países anfitriones tienen una tarea sumamente importante de la que no se han dado cuenta, ya que de ellos depende que estas personas tan vulnerables puedan crear una nueva vida lejos del peligro inminente que experimentaban a diario.
Referencias
1. N/A. (2019). 8 soluciones a la crisis mundial de refugiados. octubre 10, 2021, de Amnistía Internacional Sitio web: https://www.amnesty.org/es/latest/campaigns/2015/10/eight-solutions-world-refugee-crisis/
2. Loescher,G. (2001). ACNUR y la erosión de la protección de los refugiados. Forced Migration Review, 10, págs. 28 y 30.
3. Hayden, S. (2019). “No ayudan”: los refugiados condenan a la ONU por los fracasos que los llevaron al mar. octubre 10, 2021, de The Guardian Sitio web: https://www.theguardian.com/global-development/2020/jan/09/they-don’t-help-refugees-condemn-un-over-failures-that-drove-them-to-sea
4. Milner, J. (2014). Introducción: Comprender la política mundial sobre refugiados. Revista de Estudios sobre Refugiados, vo. 24, núm. 4. Págs. 477-494