- Yael Waisser Cheja
Toda mi vida me he visto dentro de una eterna encrucijada, me han obligado a escoger: O eres sionista y apoyas al Estado de Israel a toda costa, o eres pro Palestina y entonces eres de izquierda, te lavaron el cerebro o eres demasiado liberal. Sin embargo, durante los últimos años he tomado el gran reto de abrirme a nuevas perspectivas y he descubierto algo maravilloso, algo que muchos piensan que se contradice pero estoy segura de que ambos conceptos pueden coexistir. ¿Cuesta trabajo? Sí. ¿Es fácil? No. ¿Es mi responsabilidad como ser humano conectar mi identidad con derechos humanos fundamentales? Sí.
Para ilustrar esta guerra constante en mi mente, me gustaría contarte una breve anécdota a ti, mi querido lector, que seguramente estás pensando; sionista y pro Palestina, ¿cómo? Son ideas que no combinan, no suenan bien juntas y jamás podrían ir en un mismo enunciado. Pero es que, justamente se trata de entender que el conflicto palestino-israeli no es blanco y negro. Hay cientos de miles de grises en medio. Sin más, te platico mi historia.
Durante el verano de 2021, tuve la oportunidad de ir a un programa de Internships en Barcelona. Cuando me mandaron las opciones para escoger en dónde hacer mi pasantía, pedí trabajar en una ONG que excluyera temas religiosos. Siendo judía, siempre he tenido miedo de estar en espacios diferentes a mi identidad religiosa. Tras una propuesta de trabajar en una casa de refugiados del Norte de África, acepté.
El día que abrí la puerta de la casa de migrantes, Moussa se acercó a mí. Tímido, con una burbuja protectora en piloto automático por la historia de su vida. Por su nombre y quizás yo prejuiciosa, entendí que era musulmán. Nunca en mi vida había convivido con personas musulmanas, y me di cuenta que éramos iguales pero diferentes a la vez. Por casualidad o coincidencia, en la pared principal de la casa había una pintura gigantesca de Gaudí, a quien encontré idéntico a Thedoro Herzl, el fundador del Estado de Israel… ¿Coincidencia?… no lo creo.
Foto de la pintura de Gaudí
Conforme iban pasando los días y les daba clases de español a los jóvenes migrantes, se fue rompiendo el muro entre nosotros. Un día mientras aprendíamos a decir de dónde éramos en español, Ahmed me dijo muy a la defensiva: Yo soy de Palestina. ¿Fue a la defensiva a caso, o me lo imaginé por ser judía y sionista? Seguramente sí. Miles de pensamientos pasaron por mi mente y creo que por lo transparente de mi cara se notó mi incomodidad ante lo que había dicho. Pues para mí Palestina siempre había sido algo lejano, externo y casi inexistente en la narrativa que me habían repetido una y otra vez.
A partir de ese preciso momento empecé a cuestionarme todo lo que me habían enseñado en mi vida pero sin nunca olvidarme de que YO tenía que ser Pro-Israel, tendría que estar a la defensiva todo el tiempo y era mi responsabilidad de aquí al día en que dejara de existir de proteger una patria en la que ni siquiera había nacido, pero que de alguna manera se sentía más como casa que ningún otro lugar en el mundo.
No, ya basta. Ya basta de tener una identidad fija e inamovible. Cambiar de opinión está bien, dejar de criticar es lo más importante. El día en que Ahmed me contó la historia de su vida entendí desde el fondo de mi corazón la identidad palestina. El conflicto palestino-israeli está completamente enmarañado. Esto se había convertido en una situación profesional y personal a la vez. Decidí abrir mi corazón.
Comida que preparé junto a los chicos para celebrar juntos Eid al-Fitr después de Ramadán
Palestina para él, Israel para mí. Ricos los calamares para él, terribles para mí. Ying yang, blanco y negro. Ninguno mejor que el otro, ninguno más coherente. Coexistiendo los dos como amigos, pero con un corazón pesado, tratando de escalar y de deconstruir la idea de que nos odiamos porque eso es lo que nos enseñaron desde que nacimos. A los dos.
Me influencia constantemente la responsabilidad de defender a Israel, me pesa físicamente y todavía siento un nudo en la garganta cada vez que alguien menciona la palabra Palestina. Cada vez que el sentimiento me invade, trato de acordarme de esos jóvenes migrantes que eran mis amigos. Que conectamos, reímos y formamos una relación a pesar de haber sido criados para nunca hablar el uno con el otro.
¿Qué pasaría si fuera yo un árbol neutro en la frontera Gaza-Israel?. Quisiera ser un árbol, para quitarme el juicio, para solamente observar y escuchar. Pero eso no se puede, no me puedo desprender de Yael. Puedo repetir lo que hice con Ahmed, que regresando a la historia, cuando preparábamos paella juntos le dije que era judía y que parte de mi identidad era de Israel. Los dos platicamos del conflicto intensamente por horas y horas desmitificando. Mintiendo, desmintiendo. Riendo, gritando.
Todo suena como una historia hermosa y con un final feliz pero no fue así. Me repito todos los días que los palestinos se merecen un Estado, que su identidad es preciada y deben de ser escuchados. Quiero limpiar todo el escombro en mi corazón para poder ser un poco más neutral cada vez. Para entender los grises que existen en este conflicto y así pintar una solución al conflicto justa. Para nosotros y para ellos. Para conectar con más palestinos a nivel profundo y sanar nuestras heridas juntos.
Ahmed, Alexis y yo preparando enchiladas el último día
¿Pero qué hago si cada vez que veo la bandera palestina salto?, ¿Cómo le hago para abrir mi corazón al pueblo palestino siendo una judía sionista?. En mis pocos años de experiencia pero muchas horas de sobrepensar mis creencias, sigo en búsqueda de la receta perfecta para hacerme entender que apoyo a toda costa la existencia y derecho de defenderse del Estado de Israel, pero también el completo y absoluto derecho de que el pueblo de Palestina tenga un Estado y se cumplan sus derechos fundamentales.
En fin, muchas palabras. Tal vez hasta se contradicen, en verdad me tiene sin cuidado. El primer paso es escuchar, cuestionarnos y sobre todo estar dispuestos a decir que escojo no decidir de qué lado estoy. Decido apoyar a los palestinos, al Estado de Israel todo mientras que reafirmo mi identidad judía, y sí. Si se puede.