- Lorena Remírez Valenzuela
Hace unos días hice una pregunta en mis redes sociales dedicada a aquellas personas que han decidido militar por un partido y/o seguir a un líder político incansablemente. La pregunta decía algo como “¿No les da miedo que la admiración los ciegue y dejen de cuestionar a los líderes políticos que siguen?” Hice esta pregunta desde mi experiencia apartidista. Nunca he militado en ningún partido político, he votado por distintos partidos en las elecciones que he participado y no me siento particularmente afín a ninguna de las causas de los partidos políticos actuales. Más bien, comparto las motivaciones de distintos actores dentro de esos partidos, y cuando están en la posición de candidatos, elijo votar por ellos.
Sin embargo, este proceso es todo menos fácil en un país como México. Nuestro sistema electoral es complicado y el clima político lo es aún más. Cada tres o seis años tenemos que, no solo informarnos de los candidatos que nos toca votar, sino también nos toca revisar las listas plurinominales para no votar por partidos que le harán posible el camino al poder a candidatos que no queremos que lleguen a ejercerlo. Por otro lado, en cuanto al cargo del Ejecutivo, se nos invita a participar con “el voto útil”, que es aquel en el que no votas por el candidato que te parece el mejor para hacer el trabajo, sino por el que tiene mejores probabilidades de ganar frente a otro candidato en particular. Además, tienes que tomar en consideración el partido al que pertenecen cada uno de los actores: ¿quién es su actual dirigente? ¿Cómo han votado en el Pleno? ¿Con quién ha trabajado dentro del partido que pueda formar parte de su gabinete?
Todo esto para decir que elegir por quién votar en México es un proceso complicado. Pero entonces, ¿cómo es que un candidato llega a la presidencia obteniendo más del 50% de los votos? ¿Cómo convencer a 30 millones de ciudadanos de ser la mejor persona, en el mejor partido, con las mejores propuestas para ostentar el cargo? ¿Es una especie de Mesías o simplemente síntoma de un hartazgo colectivo? Aunque muchos de los seguidores de López Obrador dirán lo contrario, muchos lo apoyan, lo idolatran, lo admiran y lo siguen como si fuera un Mesías, lo cual, desde mi perspectiva, les imposibilita llevar a cabo un proceso de evaluación sobre su desempeño. Siempre buscarán datos que lo favorezcan, provenientes de fuentes que lo favorezcan, con discursos que unen al pueblo en una causa y un enemigo común. Por el contrario, mi tesis es que es simplemente un síntoma de un hartazgo social, político y económico colectivo.
Los líderes populistas tienen por definición un gran apoyo de la población: cuentan con esa legitimidad que es prácticamente imposible de refutar. Tienen esos índices de aprobación (superiores al 60 – 70%) porque han sabido diagnosticar un problema que impacta de manera personal a la mayoría de la población. Tocan el punto de inconformidad de las personas, y casi por inercia, las convocan a unirse a sus causas. Esto ha pasado con distintos líderes a través de la historia y alrededor del mundo. De los más recientes podríamos destacar a Donald Trump, Nayib Bukele y Hugo Chávez.
Apoyar incondicionalmente a un líder político tiene consecuencias graves para el país. En primera instancia, se pierde la noción de rendición de cuentas y transparencia que se requiere exigir a toda persona que ocupe un espacio en la administración pública. Se niegan los errores que naturalmente los líderes cometerán y se busca resignificar la verdad por una verdad propia. Se polariza a la población entre “quienes están conmigo y quienes están contra mí”; dejando de lado el pluralismo al que se supone que aspira una democracia. Es decir, el problema no es que exista un líder político que explote un problema social para su motivo de campaña; de hecho, es un poco lo que se requiere de los líderes políticos, saber diagnosticar qué es lo que hace falta hacer para mejorar las condiciones del país. El problema, por el contrario, está en dejar de ejercer el papel que nos toca como sociedad; y ese, es el de cuestionar y exigir rendición de cuentas y transparencia; porque al idolatrar a un líder, le concedemos poder sin límites, y eso es muy peligroso. Es solamente a través del actuar de la población, que una democracia logra consolidarse y encaminarse hacia un sistema político que sea más justo para todas y todos.
Bibliografía
1. Beck, H. (2022, December 14). Amlo, El Pueblo y la democracia: Nueva sociedad. Nueva Sociedad | Democracia y política en América Latina. Retrieved February 13, 2023, from https://nuso.org/articulo/AMLO-Mexico/