- Ximena Cisneros Salinas
Hace un tiempo, navegando por internet, llegó a mí un artículo muy interesante titulado ¿Sirven de algo las resoluciones de la ONU?. Dicho artículo pone en discusión la función de las resoluciones de la ONU. Cuando se publicó, desató algunas críticas por Twitter, que tenían un argumento en común: ninguna de las resoluciones de la ONU son vinculantes y, por lo tanto, como se menciona en ese texto, no tienen “un impacto jurídico importante”. Con ello, los críticos del artículo “refutaron” cualquier opinión positiva que surgía o podía llegar a surgir respecto a la ONU. Del mismo modo, en pláticas familiares, o con amigos e, incluso, cuando sale a relucir este tema en alguna clase, la conclusión a la que se suele llegar es que la ONU “no sirve para nada”. Todas estas opiniones vienen dando vueltas por mi cabeza desde hace ya un rato y, como estudiante de Relaciones Internacionales, hoy puedo decir, con confianza, que este discurso puede y debe romperse.
Con este texto, hago un llamamiento a la reflexión y al cambio de pensamiento. Sostengo firmemente que debemos dejar de encasillar las funciones de la ONU, pues su tarea va más allá de lo jurídico: la ONU, desde su creación, ha fungido a nivel internacional como una especie de “conciencia” para los países y ha permeado también, indirectamente, en la conciencia individual y colectiva.
Para empezar, si analizamos el significado de la palabra conciencia (partiendo de un sentido moral), ésta puede definirse como el reconocimiento de aquello que está bien y de lo que está mal1. Bajo este sentido, me queda claro que la moral y lo que se relaciona con el deber ser son conceptos generados por la sociedad; además, por supuesto que soy partidaria de que, en un mundo ideal, como profesaba Nietzsche, deberíamos poder permitirnos ir más allá de estos conceptos. Sin embargo, en este, nuestro mundo, en un escenario donde la guerra entre países es una constante y los deseos humanos más abominables suelen ganar, es imprescindible la existencia de instituciones que permitan el diálogo, la cooperación y el consenso entre países, aún cuando éstas tengan puntos débiles y cosas qué mejorar.
Así pues, me gustaría que hiciéramos un recuento histórico sobre el nacimiento de la ONU. Recordemos que esta institución surge tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) como una propuesta alternativa a la fallida Sociedad de Naciones (1920). La Segunda Guerra Mundial fue uno de los conflictos más grandes y destructivos de la Historia internacional. Esta guerra, no solo dejó millones de muertos, sino que, también, fue un escenario de absolutas atrocidades y dejó entrever el peor lado de la humanidad. En consecuencia, este conflicto rompió por completo la confianza mutua entre países. El escenario internacional tras este desastre estaba pintado por un sentimiento compartido de desesperanza y una profunda vergüenza. Todos los esfuerzos internacionales que se habían llevado a cabo para mantener la paz, se habían derrumbado.
Como primera medida, después de este suceso, los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y la URSS, establecieron el Tribunal Militar Internacional (TMI), mostrando, de esta manera, un ánimo de cooperación y voluntad política. El primer juicio del TMI comenzó en noviembre de 1945, en la ciudad alemana de Nuremberg, y se extendió hasta octubre de 1946. A través de este juicio, 22 líderes nazis fueron acusados de crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad, enviando con ello un mensaje a la comunidad internacional entera: crímenes como estos debían ser castigados.
Simultáneamente, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, que tuvo lugar desde el 25 de abril hasta el 26 de junio de 1945, se congregaron en San Francisco representantes provenientes de 50 países y, tras cuatro meses de consenso, la Organización de las Naciones Unidas ya era una realidad.
La ONU nació, entonces, con cuatro propósitos, los cuales se indican en el capítulo primero de la Carta de las Naciones Unidas, a saber: (i) mantener la paz y la seguridad internacionales, (ii) fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto, (iii) practicar la cooperación internacional para la solución de problemas internacionales, y (iv) servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes.
Sé que, a menudo, estos principios suenan para algunos como una utopía o como “un mundo color de rosa”; pero tal ha sido el poder de esta institución que ha logrado impregnar en el imaginario colectivo, hasta el punto de que esa utopía es la misma por la que se trabaja todos los días desde diferentes trincheras.
Por otra parte, si la ONU no existiera, no habría instancia a la que recurrir cuando se quisieran denunciar abusos políticos, sociales, económicos e incluso medioambientales. No podemos negar que esta creación occidental nos brindó uno de los más grandes aportes que marcaron un punto de inflexión en el pensamiento humano: me refiero a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Proclamada como un ideal de vida para todos los pueblos y naciones, este documento ha trascendido fronteras, siendo traducido a más de 500 idiomas, llegando a muchos rincones del mundo e inspirando a millones de personas a luchar por el reconocimiento de sus derechos en sus respectivos países.
Esta herramienta ha sido un respaldo fundamental en diversas luchas, como la abolición de la pena de muerte bajo el amparo del derecho universal a la vida y el fomento de la dignidad humana. Hasta la fecha, de los 195 Estados reconocidos, “108 han abolido la pena de muerte para todos los delitos, 7 han abolido para los delitos de derecho común y 29 mantienen una moratoria sobre las ejecuciones, lo que suma 144 Estados en total” (Ministerio para Europa y de Asuntos Exteriores de Francia, 2023).
Lo anterior, sin mencionar la lucha contra la discriminación de género en todo el mundo, respaldada por el derecho universal a la igualdad y la prohibición de discriminación. El combate contra la esclavitud en todas sus formas, y ni qué decir de la lucha contra la discriminación hacia la población LGBTTIQ+, bajo la premisa de que todos los seres humanos tenemos derecho a la libertad de expresión, a la identidad y al libre desarrollo de la personalidad, así como a un ambiente sano.
Ahora pues, si de hablar sobre instrumentos jurídicos se trata, podríamos enunciar la Convención Internacional para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948), que se utilizó como referente para señalar las atrocidades ocurridas en Bosnia y, a partir de lo cual, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió la Resolución 827, que creó el Tribunal Criminal Internacional de la ex Yugoslavia (TCIY), en La Haya. O bien, la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), uno de los tratados más ratificados de la historia y que posee carácter vinculante. Respecto a este, por ejemplo, para abordar el problema del matrimonio infantil en Malawi, ha sido un marco referente para la implementación de varias iniciativas en los últimos años.
Dicho lo anterior, queda claro que la ONU sí ha servido de mucho: como plataforma de diálogo, cooperación y negociación; como institución máxima que busca promover la salvaguardia de los derechos humanos y, desde luego, como una especie de conciencia para los países, impactando de esta manera las vidas de todos los seres humanos.
Resulta pertinente, entonces, replantear —si es que alguna vez lo hemos planteado— las razones por las que continuamos reproduciendo discursos que refuerzan la idea de que “la ONU no sirve para nada”. ¿Será que, como sociedad, continuamos reproduciendo este discurso porque resulta más fácil culpar a una institución por su falta de coercitividad, que hacernos responsables por las faltas y omisiones que hemos cometido en este trayecto, hacia el cumplimiento del ideal de mundo que plantea la ONU? Bajo este razonamiento, entonces, como población que comparte un lugar en el planeta, ¿hemos optado por señalar a la ONU como “un fracaso”, cuando fuimos nosotros quienes ayudamos a edificar este mismo “fracaso”?
Referencias
1. Colaboradores de Wikipedia. (2003, 4 octubre). Conciencia. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Conciencia
2. Ministerio para Europa y de Asuntos Exteriores de Francia. (2017). La pena de muerte en el mundo (mapa interactivo). Francia Diplomacia. https://www.diplomatie.gouv.fr/es/politica-exterior/derechos-humanos/abolicion-de-la-pena-de-muerte-36302/la-pena-de-muerte-en-el-mundo-mapa-interactivo/#:~:text=A%20d%C3%ADa%20de%20hoy%2C%20108,suma%20144%20Estados%20en%20total.
Bibliografía
1. Redacción HuffPost. (15 de octubre de 2022). ¿Sirven de algo las resoluciones de la ONU? ElHuffPost. https://www.huffingtonpost.es/entry/sirven-de-algo-las-resoluciones-de-la-onu_es_6347f18ee4b08e0e60805790.html
2. (2017). Casi 100 años después de la creación de la Sociedad de las Naciones. UNOPS. https://www.unops.org/es/news-and-stories/stories/almost-100-years-old-digitizing-documents-from-the-league-of-nations-archives#:~:text=La%20Sociedad%20de%20las%20Naciones%20se%20disolvi%C3%B3%20en%201946%20tras,Organizaci%C3%B3n%20de%20las%20Naciones%20Unidas
3. Portal Naciones Unidas. https://www.un.org/es/.