Andrea Martínez Casasola
Estas elecciones fueron mi primera vez votando. Es por esto que no podía creer que también me hubieran elegido como funcionaria de casilla.
Cuando me entregaron el nombramiento solo podía pensar ¡Pero si ni siquiera sé cómo funciona!
Muchos podrán estar pensando ¿Por qué no dijiste que no? ¿Por qué no pusiste alguna excusa para zafarte? Me avergüenza admitir que estas ideas sí cruzaron por mi cabeza, sin embargo, al ver al trabajador del INE, cansado y con aún más casas por recorrer, no tuve el corazón de mentirle a la cara. Debía de aceptar mi responsabilidad ciudadana.
Me sentí mejor cuando en la segunda visita el señor Alfredo (del INE) me informó que había sido elegida para el orgulloso puesto de “suplente número uno”. También me comentó que veía al resto del equipo muy comprometido, por lo que pensé que mi camino había terminado ahí. No contaba con que un día antes de las elecciones me escribiría para informarme que la escrutadora número tres iba a entrar a cirugía y requería de mi ayuda. De nuevo, no estoy orgullosa de haber pensado en alguna excusa para no ir, pero una vez más mi compás moral ganó la batalla contra la flojera.
El seis de junio, al entrar a la casilla a las 7:30 de la mañana, mi corazón se alivianó al darse cuenta que todxs se encontraban en la misma situación que yo. A pesar de que nadie está ahí por diversión, todxs están en la mejor disposición de cumplir con su labor. Una vez completxs comenzamos a sacar y armar el material. Para las ocho con veinte ya estábamos abriendo.
Mi primera función como escrutadora número tres era averiguar el apellido de las personas, ponerles gel antibacterial y mandarlxs a su respectiva mesa: del lado izquierdo de la A-J y del lado derecho de la J-Z. Esto provocó confusión en muchos Jiménez.
A pesar de un par de desagradables personas que olvidan que somos ciudadanxs haciendo nuestro mejor esfuerzo para que todo fluya y que no formamos parte de una empresa ni del gobierno, no tuvimos ningún percance.
Para las 12 del día mis piernas y espalda pedían una silla, pero eso aún no sería posible.
Llegó la hora de rotar con lxs otros dos escrutadores y ahora mi función se tornó a otra: indicarle a lxs votantes a qué mampara meterse a votar, responder dudas sobre si podían tachar a muchos partidos, si se podían salir del recuadro, si podían utilizar su propia pluma o plumón, cuantas veces tenían que doblar la hoja y, sobre todo, vigilar que cada voto entrara en la caja de su respectivo color. Esta última fue más difícil de lo que suena.
La última posición en la rotación finalmente me permitió sentarme: marcar el 21 en las credenciales. A pesar de que ahora mis piernas no se quejaban, mis manos comenzaron a hacerlo. Esa perforadora estaba mucho más dura de lo que aparenta; por lo menos para mí y mis brazos de palo.
Eventualmente pudimos comer y al haber menos gente fue nuestro momento de votar. Todxs se emocionaron al saber que era mi primera vez y fue ese tipo de actitud de parte de mis vecinxs y compañerxs lo que hizo que el día fuera más ligero.
A las seis de la tarde se cerró la casilla. Todxs estábamos satisfechxs ya que el porcentaje de participación ciudadana de nuestra sección fue del 79%, dato que rebasó nuestras expectativas. El conteo de votos es probablemente lo más pesado, ya que se tiene que seguir un procedimiento, separar las boletas cuidadosamente, contarlos al menos dos veces y pedirle a los astros que los números cuadren. Terminado el conteo los votos van dentro de distintos sobres y todo debe estar por escrito. Ese día cada uno de nosotrxs debió de haber firmado en veinte espacios diferentes. Al terminar de contar las diputaciones pasamos a las alcaldías y repetimos el mismo proceso.
Debo reconocer que es divertido leer las cosas escritas en los votos nulos, como por ejemplo: “No creo en esto”, “El Checo para presidente” o “Todos son unas ratas”.
Después de quince horas en la casilla, con frío, lluvia, una mano hinchada y el cuerpo adolorido, me despedí de mis compañerxs, del señor Alfredo y de Carmen, la Capacitadora Asistente Electoral (CAE), que estuvo atenta de nuestras dudas en todo momento.
Al día siguiente mi hermano me preguntó: ¿si pudieras regresar el tiempo, aún sabiendo lo extenuante que es, lo volverías a hacer? y la respuesta es sí. Viéndolo en retrospectiva y reflexionando mis vivencias, creo firmemente que a todxs se nos hace extremadamente fácil quejarnos de la situación del país, sin embargo, cuando nos piden que cumplamos con nuestra parte como ciudadanxs, también nos es muy fácil dar la espalda por “hueva” o simplemente por no querer formar parte del proceso democrático que tanto se ha defendido estos últimos años.
Tampoco quiero dejar pasar por desapercibidos los memes que salieron al día siguiente mostrando el mapa de la Ciudad de México dividido en dos. Es realmente triste ver personas que a la primera oportunidad que tienen sacan a relucir todos sus prejuicios. He visto a conocidxs e incluso amigxs enseñar un lado clasista y racista que no conocía. La polarización del país nos hace daño a todxs y no podemos atribuírsela por completo al presidente cuando nosotrxs como mexicanxs seguimos empleando términos o expresiones como “chairo”, “fifí” “jodidos” “muertos de hambre”; cuando difundimos memes creados para darnos una falsa superioridad creyendo que así estamos hundiendo a un partido y a los que lo apoyan. Es importante recordar que considerarte “anti-AMLO” o “anti-Morenista” no te da el derecho de ser clasista.
Por último, me gustaría pedir a las y los lectores lo siguiente: si se encuentran con un post cuyo análisis pseudo-político es un juicio clasista, sea meme o no, no lo compartan.
No difundamos más odio.
Referencias:
1. Imagen: Presky, R. (s. f.). ¡Vota! Feminista Rosa Mujer Diversión Impresión Ilustrada/Arte [Ilustración]. Etsy. https://www.etsy.com/mx/listing/744035206/vota-feminista-rosa-mujer-diversion?epik=dj0yJnU9d0pVUVJuaFZNVXNPRllGX09hVFFKRkZqd1ptbHRpUzEmcD0wJm49dzNSRnBGanF3YlFVaXFKak1Gb3BjdyZ0PUFBQUFBR0RJQ0hR