- Gabriel de Jesús Selvas Villafuerte
Abstract:
Las empresas son las bases y los medios principales para ejercer el poder, adquirir y conservar riqueza, y sustentar prestigio; en todo el mundo es evidente la privilegiada posición del empresariado ante los demás grupos de interés de la sociedad, consolidando así una de las elites que mayor autoridad tiene y más influencia genera en la nula neutralidad de los gobiernos, quienes tienden a subordinarse o coordinarse con los empresarios en aras de satisfacer los intereses de la clase dominante.
“Algunos individuos llegan a ocupar posiciones en la sociedad norteamericana desde las cuales pueden mirar por encima del hombro, digámoslo así, a los demás, y con sus decisiones pueden afectar poderosamente los mundos cotidianos de los hombres y las mujeres corrientes.”
-Charles Wright Mills.
La elite del poder (1956)
Una empresa es una entidad en la que intervienen capital y trabajo como factores de producción de actividades industriales, mercantiles o para la prestación de servicios. Las empresas, así como los diversos grupos de la sociedad (asociaciones, sindicatos de trabajadores, movimientos sociales, etc.), constantemente están transformando sus formas de organización y acción en aras de promover y defender sus diversos intereses y motivaciones.
Sin embargo, es imprescindible recalcar que el empresariado, por naturaleza, sobresale de los demás grupos de interés siendo el agente que constituye el pilar fundamental de la actividad económica; contribuyen a coordinar, dirigir y controlar el proceso de producción, además de que son los encargadas de crear empleos, promover la inversión y favorecer un mayor crecimiento económico al aumentar el PIB real. Esto se traduce en que las empresas le generan beneficios formales al Estado, a la vez que los empresarios le producen beneficios a los titulares gubernamentales, con quienes acuerdan tratos que solo favorecen a unos cuantos.
De los beneficios que generan las empresas tanto al Estado como a los “incorruptibles” titulares del mismo, y como resultado de las responsabilidades públicas que tienen en los mercados, nace el trato privilegiado que recibe esta élite del poder. Los gobiernos aceptan hacer todo lo necesario para mantener las utilidades de los empresarios lo suficientemente elevadas como para que se mantenga el crecimiento económico y claro, para que los intereses personales esten siempre satisfechos; es decir, que para que el sistema funcione los Estados tienden a subordinarse al liderazgo de los empresarios y toman decisiones pensando en las consecuencias que tendrán en ellos.
Es evidente que el empresariado no es un grupo de presión cualquiera, ya que goza de una gran cantidad de beneficios y privilegios que no podrían sustentar los demás grupos de la sociedad. Las decisiones de un puñado de empresas influyen en los acontecimientos políticos y económicos en todo el mundo, por lo tanto, si hay intervención gubernamental en la economía organizada de grandes empresas, también hay intervención de aquellas en los procedimientos gubernamentales. De ahí que hayan aumentado enormemente los medios de poder a disposición de los empresarios.
Podemos señalar que existe una simbiosis entre el empresariado y el gobierno; se puede ver reflejada en las consecuencias de sus actividades y en el aumento de dominio del empresariado respecto a los otros grupos que carecen de poder en la sociedad, dilucidando así que en los Estados existen minorías dominantes que desempeñan todas las funciones políticas, monopolizan el poder y disfrutan de las ventajas que este conlleva. A la vez, existen mayorías que son dirigidas y controladas por las primeras, de manera que la naturaleza de la sociedad está determinada por el carácter de su élite, la cual fija y manipula todos sus objetivos.
El Estado ha configurado un sistema político con ciertas singularidades en relación a los empresarios y se ha encargado de abrirles las puertas del campo de la economía y los negocios, además de que se dedica a arroparlas para que crezcan y se desarrollen. Al hacer esto, el Estado manifiesta que entiende que los asuntos públicos están en manos de dos grupos: el gobierno y los empresarios. El resultado es un sistema de mercado y de libre empresa; las decisiones de la distribución del ingreso, del destino de la disposición de los recursos y de la mano de obra, son tomadas por el empresariado a pesar de sus consecuencias públicas y las injusticias que puedan ocasionar.
Esto es algo que podemos rectificar observando el proceso de elaboración de políticas públicas, ya que se moldean para beneficio de la élite (o las élites) del poder y sus intereses son los primeros que se satisfacen. Además, como señalaba Vilfredo Pareto (1916), la experiencia histórica da testimonio de una permanente inevitabilidad y renovación de las élites; de manera que resulta coherente el sostener que la concentración del poder social en un pequeño grupo de ellas, lamentablemente resulta inevitable en todas las sociedades.
Por lo tanto, el Estado realmente no es un árbitro imparcial y el sistema jurídico está diseñado para servir a los intereses de unos cuantos. De ahí que se pueda concluir que la democracia, mediante la cual se legitima al Estado, es (en el peor de los casos pero más atinado a nuestra situación actual) una forma de autoridad atenuada, cuyo objetivo es garantizar el dominio de una élite-política; hecho que empíricamente podemos comprobar ya que, hoy en día, en los Estados modernos los principales titulares de los dos dominios de poder que se trataron a lo largo del análisis (los empresarios y los políticos) siempre y en cualquier lugar, tienden a unirse para consolidar a una minoría que goce del poder.
Bibliografía
1. Lindblom, C. (1997). Politics and markets: The Worlds Political- Economic Systems. New York: Basic Books.
2. Wright, C. (1956). La elite del poder. New York: Oxford University Press.
3. Pareto, V. (1916). The Mind and Society. Londres: Jonathan Cape.
4. Prewitt, K. & Stone, A. (1973). The Ruling Elites: Elite Theory, Power and American Democracy. Nueva York: Harper & Row.