- Ricardo Díaz Cariño
El Club Deportivo Guadalajara “arrastra la cobija” una vez más. El domingo 9 de octubre perdió frente al Puebla en la ronda de reclasificación, quedando eliminado una vez más en esta fase previa de la liguilla del fútbol mexicano, que más que fase previa, es premio a la mediocridad. En una liga en la que 12 de 18 equipos pueden optar a la fase de playoffs, puede usted estar de acuerdo conmigo en que la competencia es de un nivel evidentemente bajo, lo que hace de la derrota del Guadalajara aún más irrisoria.
Chivas hizo una temporada que podemos clasificar de mediana, igual que los nueve torneos anteriores. Tras un comienzo alentador en el que se colocaron como la mejor defensa del torneo, el Rebaño Sagrado terminó con una racha de cinco partidos seguidos sin conocer la victoria, situación que los relegó a la novena posición de la tabla general. Condenados a viajar a Puebla para la repesca, el conjunto rojiblanco iba con más esperanza que fútbol, exhibiendo claros problemas defensivos y de falta de generación de oportunidades de gol.
Lo vaticinado por medios de comunicación y aficionados sucedió: Chivas arrancó bien, con empuje y energía, pero nula creatividad. Controlaba el balón pero no el partido frente a un conjunto poblano que al contragolpe se veía mucho más peligroso que los tapatíos. Los de la Franja se adelantaron en el marcador, y errores arbitrales del polémico silbante Luis Enrique Santander, conocido como “Chivander”, evitaron que los poblanos aumentaran la ventaja. Ya en el tiempo agregado, una vez más a base de empuje y blanquillos, Chivas consiguió el empate que llevaría el encuentro a penales, pero durante los 96 minutos que duró el encuentro fue más que evidente que el Rebaño no merecía acceder a la liguilla. La profecía se hizo realidad, pues un fallo de Jesús “Canelo” Angulo en la tanda de tiros de castigo terminó por eliminar al Guadalajara, que selló un nuevo fracaso en la Liga MX.
Uno pensaría que para un equipo grande como el Guadalajara, esto sería causa de una revolución entre sus aficionados, amplias quejas en redes, manifestaciones de descontento y contínua plática sobre el futuro del equipo. Y sí, uno se imaginaría esto de un equipo grande, pero esta situación de mediocridad y medias tintas es tan regular en Chivas, que se siente normal. Los pésimos diez años más recientes de Pumas ya lo descalificaron como equipo grande, pero usted comprenderá que no podemos dejar de lado la mediocridad presente del Guadalajara, lo que comienza a manifestarse como un síntoma de pérdida de grandeza. El único respaldo que le queda hoy a Chivas para seguirse llamando grande es la popularidad, la cual ya ni siquiera es la más grande del país; hoy el América es el equipo más popular.
En cuanto a logros deportivos se refiere, no hay argumento alguno a través del cual Chivas pueda seguir auto-determinándose grande. Su último título de liga llegó en 2017, obtenido en circunstancias misteriosas en una final frente a los Tigres de la UANL arbitrada por – está usted en lo correcto – Luis Enrique “Chivander”. Ese mismo año ganó una Copa MX frente a Dorados de Sinaloa y obtuvo una Liga de Campeones de la CONCACAF frente al Toronto FC, convirtiéndose en uno de los años más memorables de la historia del club. Sin embargo, esa racha de triunfos, en lugar de catapultar al Rebaño nuevamente a la grandeza, forzó una serie de cambios por pugnas internas, corrupción y falta de compromiso de los jugadores, situación que se mantiene hasta el día de hoy.
La situación que vive Chivas hoy no es nueva, al contrario. Esta derrota frente a Puebla es ya una normalidad para un Guadalajara que, salvo aquel 2017, vive desde hace más de doce años en la oscuridad de la medianía y la mediocridad. Al igual que Pumas, arrastra contínuamente el mote de equipo grande, pues entre los de la UNAM y los rojiblancos acumulan tres títulos en los últimos diez años, todos ellos conseguidos por el Rebaño, de los cuales, dos fueron obtenidos gracias al arbitraje – usted puede concluir si ayudado por o gracias a los errores. En contraste, el Cruz Azul, aquel equipo del que se han burlado hasta el cansancio por estar “salado”, por las llamadas cruzazuleadas y por sus desagradables problemas administrativos, acumula nada más y nada menos que siete títulos oficiales en el mismo periodo de tiempo. La criticadísima Máquina tiene, en diez años, solamente un trofeo menos que el todopoderoso América, el que es sin duda el equipo más grande de nuestro país.
La afición chiva tiene que reevaluar a su equipo. Ciertas costumbres y tradiciones que construyen la famosa identidad del equipo se están quedando en el pasado, ocasionando una idea anacrónica de lo que es y debe de ser el Club Deportivo Guadalajara. También deben cuestionar la administración de Amaury Vergara, heredero de la fortuna del difunto Jorge Vergara y actual dueño del equipo, que parece más interesado en viajar a la pelea del ‘Canelo’ Álvarez que quedarse en México a apoyar a su equipo. Además, el propio Vergara ha hecho nombramientos cuestionables y tomado decisiones polémicas, como la contratación del falso entrenador Marcelo Michel Leaño o el mantener a Ricardo Peláez como director deportivo, un hombre que ya exhibió que sin dinero no puede construir un equipo competitivo.
Finalmente, la afición rojiblanca tiene que evaluar una última cosa: a sí misma. Retomo las palabras utilizadas por el polémico analista deportivo Álvaro Morales: la afición chiva es una afición alcahueta, que justifica los fracasos del equipo bajo el argumento de que “juega con puros mexicanos”, mismo argumento que utiliza para seguir defendiendo la grandeza de la institución. Sin embargo, rebato tanto al propio Morales como a otros críticos que descalifican al Guadalajara como equipo grande. Efectivamente, tanto Chivas como Pumas arrastran la grandeza, pero a diferencia de los felinos, el Rebaño Sagrado sí es un equipo grande. Está dando vergüenza como equipo grande, pero es una institución sumamente relevante para el fútbol mexicano. A diferencia de los de la UNAM, la situación de Chivas sí da tristeza: da pena ver una playera, unos colores y unos valores tan grandes siendo arrastrados por un grupo de jugadores y directivos que no están comprometidos con la institución.
Seguramente usted está de acuerdo conmigo: Chivas debe de transformarse. El crédito de los Vergara al frente de la institución se acabó; el crédito de muchos jugadores se terminó; y la afición chiva debe ser más crítica con la directiva y con el equipo. Además, jugar con puros mexicanos no es posible con las dinámicas comerciales de hoy. Los jugadores nacionales son demasiado caros, y el Guadalajara no tiene el dinero para traer a los mejores, los cuales, en antaño, eran producto de la cantera del equipo. Hoy las fuerzas básicas rojiblancas no están dando resultados, y hace mucho dejaron de ser la base de la Selección Mexicana.
La respuesta a todos los problemas de Chivas está en terminar con esa práctica tan lejana a los tiempos modernos de jugar con puros mexicanos, o por lo menos debe permitir a futbolistas naturalizados dentro de la institución. Además, los Vergara deben soltar el equipo. Se nota un claro desinterés y desesperación, sin mencionar la inexperiencia y falta de argumentos para dirigir un equipo de fútbol. Sin embargo, el elemento clave en esta ecuación es la afición. Para que el Rebaño Sagrado sane, su afición debe exigir más; debe presionar; debe hacerse escuchar. El Club Deportivo Guadalajara está “arrastrando la cobija”, pero tiene con qué dejar de pasar vergüenza. Es necesario que Chivas deje de “arrastrar” la grandeza que merece, sobre todo para la estabilidad y el futuro del fútbol mexicano.