- Mariana Paz Alvarez
- Gabriel Selvas Villafuerte
- Rodolfo Ruiz Crescencio
En las comunidades y regiones más marginadas y olvidadas del país, las desigualdades económicas, políticas, culturales y sociales ocasionadas por el actuar del sistema político y económico dominante actual, junto con la histórica y sistemática exclusión de los pueblos, constituyen una gran problemática a nivel local, regional y nacional, con la que estos sectores de la sociedad se ven obligados a lidiar y a luchar en contra día con día. Esta disyuntiva se ve manifestada en una recurrente situación de despojo, violencia y discriminación hacia ciertos grupos vulnerables que no permite a estas comunidades y grupos constituir y construir condiciones dignas de vida.
Ante la situación de desigualdad generalizada, comunidades y pueblos han optado por formas de gobierno autónomas que permitan el desarrollo de sus comunidades y regiones en sus propios términos. Es clara que la manifestación de dinámicas de (auto)representación y de autonomía llevadas a cabo por las comunidades, tienen como objetivo colectivo consolidar dinámicas de autogobierno, con la capacidad real de administrarse a sí mismos, en cuanto a su organización política, económica, social y cultural, estas, como formas de resistencia a las relaciones de poder que emanan de las cúpulas del Estado.
El término de autogobierno es polisémico y se adapta a distintos contextos y realidades políticas que se desenvuelven en los territorios autónomos. A pesar de ello, es posible brindar un acercamiento general al concepto refiriendo a él como aquella situación de una entidad o grupo político que se desvincula de la sujeción del Estado, y que a través de distintas formas colectivas de decisión y organización, gozan de una soberanía que les permite dirigir sus actividades de manera autónoma en materia política, económica, social y cultural. Su comprensión depende del tiempo y también del espacio, pero siempre hará referencia a la idea de gobernarse a uno mismo en términos de colectividad.
En términos foucaultianos, en todas las relaciones de poder, habrá resistencias, capaces de modificar las relaciones de sujeción, y hacerle frente a las dominaciones e imposiciones que se dan en el espacio de lo económico, lo político y lo social (Foucault, 1988). A nadie se le ocurre negar que parte de la historia de nuestro continente, y específicamente de nuestro país, está basada en el sometimiento de los pueblos y de las culturas que viven y siempre han estado aquí. Aunque la situación ha mejorado a nivel nacional, la realidad es que la discriminación y la exclusión siguen siendo persistentes hacia los pueblos indígenas y los grupos de la periferia. Todos los días se les despoja de sus cosmovisiones de la vida y de la política, de sus tradiciones y de sus territorios, todo esto, bajo el pretexto de integrarlos a la modernidad o al progreso que pretende invisibilizarlos.
A raíz de esto, en la resistencia a las dinámicas políticas y económicas homogeneizadoras del actual modelo del Estado, se han desarrollado formas de lucha que tienen como fin la autorrealización del ejercicio del poder y la autonomía de los pueblos ante la relación tradicional del Estado entre gobernantes y gobernados, que implican imposición y dominación del cuerpo y del colectivo ciudadano. De acuerdo con Domínguez del Campo (2016) los autogobiernos implican tres procesos fundamentales, siempre colectivos: tomar conciencia, tomar decisiones y la ejecución de la acción dentro de sus territorios.
En este sentido, los autogobiernos representan un punto de disrupción dentro de nuestras concepciones sociales bajo las cuales se construyen modelos como el del Estado-nación. La necesidad y urgencia de cambiar radicalmente la forma en la que interactuamos con los unos las otras, otros y otres en comunidad y sociedad, representa una profunda crítica al entramado político que nos construye como país; y consigo, cuestiona al Estado mexicano bajo, al menos, tres ejes:
1) Su ineficiencia a la hora de atender la inseguridad en México.
2) La poca e, incluso, casi nula representatividad de los grupos minoritarios y periféricos del país.
3) y el uso monopólico de la violencia por parte del estado.
La existencia de estas nuevas (y no tan nuevas) formas de interacción y organización colectiva, representan un acto de resistencia ante un Estado fallido. A su vez, se abre la oportunidad real de replantear nuestros proyectos políticos y sociales a nivel nacional, regional y local. La construcción de nuevos modelos que rompan con las lógicas de opresión y sujeción que someten a los pueblos también es trabajo de todas, todos y todes. Y aunque aún existe un largo camino por recorrer, el cuestionamiento, la resistencia y la lucha deben de estar presentes en nuestro día a día, tomando como referencia las formas de autogobierno de los pueblos que viven y resisten en nuestro país.
Bibliografía:
1. Domínguez del Campo, M. (2016). El autogobierno: una aproximación conceptual a la toma de decisiones y la voluntad en el camino del cuidado. Recuperado de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1988-348X2016000200010&lng=es&tlng=es
2. Foucault, M. (1988). El Sujeto y el Poder. México: Revista Mexicana de Sociología.
3. Grandmaison, R. (5 de abril de 2021). Autodefensas: causas del auge de los civiles armados en México. Centro de Investigación 4. Periodística. Recuperado de https://www.ciperchile.cl/2021/04/05/autodefensas-causas-del-auge-de-losciviles-armados-en-mexico/
5. Lazo Briones, Pablo. (2014). Una Reflexión Filosófica sobre las autodefensas. Recuperado de https://www.forbes.com.mx/una-reflexion-filosofica-sobre-las-autodefensas/